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Estar tan cerca y a la vez tan lejos.
Bastaría, tan solo, que yo estirase mi brazo,
frente a ti,
y tú algaras el tuyo, frente a mí,
para que las yemas de nuestros dedos
pudieran alcanzarse y así sentir el roce
de esa piel que ansía el contacto,
al igual que la árida tierra
anhela el retorno de las lluvias.
Mis ojos miran los tuyos,
tan próximos como distantes,
y sienten la tristeza que los acompañan,
pues entienden en el abrazo
esa plenitud de amor
que tan solo ellos comprenden y guardan.
Cuántos abrazos en la cuenta del ‘debe’.
Cuántos abrazos en la cuenta del ‘haber’.
Prometo frente a este horizonte
que ante mi, solitario se muestra,
que serán saldados
una vez que el viento sople a favor
disipando esta sombra que nos asola.
Abrazaré, de nuevo, tu cuerpo y tu alma
como nunca antes lo hube abrazado
y sé, bien que sé, que tú abrazas el mío
como si fuera aquella primera vez
en la que se encontraron y se descubrieron.
Abrazaré tu cuerpo y tu alma
como si fuera el principio de todo
como si fuera el final de nada
como si fueran a separarnos
por ese tiempo que solo la vida decide
y sentiré, de nuevo, el calor de tu alma
y el palpitar de tu cuerpo
grabarse definitivo en mi recuerdo
por si otra sombra quisiera amanecer mañana.
José Manuel Contreras
Estar tan cerca y a la vez tan lejos.
Bastaría, tan solo, que yo estirase mi brazo,
frente a ti,
y tú algaras el tuyo, frente a mí,
para que las yemas de nuestros dedos
pudieran alcanzarse y así sentir el roce
de esa piel que ansía el contacto,
al igual que la árida tierra
anhela el retorno de las lluvias.
Mis ojos miran los tuyos,
tan próximos como distantes,
y sienten la tristeza que los acompañan,
pues entienden en el abrazo
esa plenitud de amor
que tan solo ellos comprenden y guardan.
Cuántos abrazos en la cuenta del ‘debe’.
Cuántos abrazos en la cuenta del ‘haber’.
Prometo frente a este horizonte
que ante mi, solitario se muestra,
que serán saldados
una vez que el viento sople a favor
disipando esta sombra que nos asola.
Abrazaré, de nuevo, tu cuerpo y tu alma
como nunca antes lo hube abrazado
y sé, bien que sé, que tú abrazas el mío
como si fuera aquella primera vez
en la que se encontraron y se descubrieron.
Abrazaré tu cuerpo y tu alma
como si fuera el principio de todo
como si fuera el final de nada
como si fueran a separarnos
por ese tiempo que solo la vida decide
y sentiré, de nuevo, el calor de tu alma
y el palpitar de tu cuerpo
grabarse definitivo en mi recuerdo
por si otra sombra quisiera amanecer mañana.
José Manuel Contreras