Subir hasta las nubes
y tocar el cielo,
sin perder contacto con el sufrido
latido de la Madre Tierra.
Subir hasta las nubes
y observar, desde la distancia,
la crueldad de los hombres
que riegan campos, caminos y calles
con la sangre de inocentes.
Subir hasta las nubes
para empaparme con las lágrimas derramadas
por la desesperación de abuelos, padres y nietos,
de nietas, madres y abuelas,
ante la sinrazón de los hombres,
de un hombre,
de un hombre cobarde.
Subir hasta las nubes
y poder gritar a los cuatro vientos
el dolor y la incomprensión
de aquellos que sufren,
de aquellos que no comprenden,
de aquellos que se ven avocados
a abandonar lo que hasta ahora llamaban hogar.
Subir hasta las nubes
para poder llenar de cálidos abrazos
cada pedacito de azul celeste
que miren unos ojos inocentes
buscando un rayo de esperanza.
Subir hasta las nubes
una y mil veces
para deciros que no os olvido,
que siento vuestro dolor,
que sufro con vuestra tristeza,
que percibo vuestra desesperación…
Y que tampoco comprendo la sumisión
de esos hombres, que empuñan sus armas,
dirigidos por un asesino
al que todos le importamos nada.
José Manuel Contreras
y tocar el cielo,
sin perder contacto con el sufrido
latido de la Madre Tierra.
Subir hasta las nubes
y observar, desde la distancia,
la crueldad de los hombres
que riegan campos, caminos y calles
con la sangre de inocentes.
Subir hasta las nubes
para empaparme con las lágrimas derramadas
por la desesperación de abuelos, padres y nietos,
de nietas, madres y abuelas,
ante la sinrazón de los hombres,
de un hombre,
de un hombre cobarde.
Subir hasta las nubes
y poder gritar a los cuatro vientos
el dolor y la incomprensión
de aquellos que sufren,
de aquellos que no comprenden,
de aquellos que se ven avocados
a abandonar lo que hasta ahora llamaban hogar.
Subir hasta las nubes
para poder llenar de cálidos abrazos
cada pedacito de azul celeste
que miren unos ojos inocentes
buscando un rayo de esperanza.
Subir hasta las nubes
una y mil veces
para deciros que no os olvido,
que siento vuestro dolor,
que sufro con vuestra tristeza,
que percibo vuestra desesperación…
Y que tampoco comprendo la sumisión
de esos hombres, que empuñan sus armas,
dirigidos por un asesino
al que todos le importamos nada.
José Manuel Contreras