Me gusta la primavera;
quizá porque nací un mes de mayo
de hace ya algunos años.
¿Cuántos?
Qué más da, no es la razón,
ni de principio ni de fin,
de este soñar poético.
Y me gusta el volar de las aves
cuando surcan el azul del cielo
y los peces de colores;
sentarme en un banco del parque
a observar el danzar de las hojas
y el acariciar de los sauces
sobre el agua transparente del estanque;
y los charcos…, me encantan los charcos
y el chapoteo de las gotas de lluvia
cuando se lanzan sobre él libres,
únicas e irrepetibles, como los copos de nieve.
Me gusta tumbarme sobre el suelo
pues me siento más unido a la tierra;
me gusta la fragancia de las flores
y ese olor a recuerdos de la niñez
que desprende la olla de leche caliente con canela
antes de preparar un dulce y meloso arroz
que cocinaba mi madre o mi abuela…,
también me gusta el olor penetrante
del pan recién horneado
y el repicar alegre de las campanas.
Me gusta pasear contigo cogidos de la mano
entrelazando nuestros dedos hasta confundirse
y mirarte a los ojos
y escuchar tu risa
y abrazarte
y besarte…
Cómo me gusta besar esos labios que me susurran
todos esos ‘tequieros’ que me regalas.
Me gusta la suave brisa del viento
alborotando caprichoso tu pelo
y el arcoíris después de la tormenta
y el olor a tierra mojada;
soñar contigo cada noche
y despertarme a tu lado cada amanecer.
Me gustan tantas y tantas cosas
que tendría que vivir varias vidas
para recoger, en un poema interminable,
todo lo que me gusta
de lo que sueño, vivo y siento.
José Manuel Contreras
quizá porque nací un mes de mayo
de hace ya algunos años.
¿Cuántos?
Qué más da, no es la razón,
ni de principio ni de fin,
de este soñar poético.
Y me gusta el volar de las aves
cuando surcan el azul del cielo
y los peces de colores;
sentarme en un banco del parque
a observar el danzar de las hojas
y el acariciar de los sauces
sobre el agua transparente del estanque;
y los charcos…, me encantan los charcos
y el chapoteo de las gotas de lluvia
cuando se lanzan sobre él libres,
únicas e irrepetibles, como los copos de nieve.
Me gusta tumbarme sobre el suelo
pues me siento más unido a la tierra;
me gusta la fragancia de las flores
y ese olor a recuerdos de la niñez
que desprende la olla de leche caliente con canela
antes de preparar un dulce y meloso arroz
que cocinaba mi madre o mi abuela…,
también me gusta el olor penetrante
del pan recién horneado
y el repicar alegre de las campanas.
Me gusta pasear contigo cogidos de la mano
entrelazando nuestros dedos hasta confundirse
y mirarte a los ojos
y escuchar tu risa
y abrazarte
y besarte…
Cómo me gusta besar esos labios que me susurran
todos esos ‘tequieros’ que me regalas.
Me gusta la suave brisa del viento
alborotando caprichoso tu pelo
y el arcoíris después de la tormenta
y el olor a tierra mojada;
soñar contigo cada noche
y despertarme a tu lado cada amanecer.
Me gustan tantas y tantas cosas
que tendría que vivir varias vidas
para recoger, en un poema interminable,
todo lo que me gusta
de lo que sueño, vivo y siento.
José Manuel Contreras