He girado la cabeza
para mirar atrás,
por encima de mi hombro derecho
y observar, una vez más,
el camino hasta ahora recorrido.
Cuánta veces giré ya mi cabeza,
indistintamente,
sobre mi hombro derecho o izquierdo
recordando esa senda que se pierde
en un lejano horizonte
y que bien sé que no he de volver a pisar,
pues no es posible desandar
el camino andado.
No es ni mucho menos
mi pretensión hacerlo
ni tan siquiera intentarlo,
ya que han sido mis decisiones
acertadas o erradas
las que me han traído hasta el lugar
en el que hora me encuentro.
Pero es bueno recordar,
de cuando en cuando,
de dónde vengo,
y los amaneceres y los atardeceres vividos;
la lluvia que tantas veces
ha mojado mi cuerpo;
los fríos inviernos
o las cálidas primaveras;
las soledades vividas
y los tiempos compartidos;
los abrazos abrazados
y los que quedaron por abrazar;
las lágrimas derramadas
de felicidad o tristeza;
o las risas de aquel niño que fue
y que de tarde en tarde me acerca el viento.
Seguiré girando mi cabeza
y miraré atrás
para no olvidar mi nombre
ni el de aquellos que me ayudaron
a llegar hasta donde he llegado;
y seguiré mirando al frente,
sin duda alguna,
para no perderme todo aquello
que aún está por llegar
y que paciente espero.
José Manuel Contreras
para mirar atrás,
por encima de mi hombro derecho
y observar, una vez más,
el camino hasta ahora recorrido.
Cuánta veces giré ya mi cabeza,
indistintamente,
sobre mi hombro derecho o izquierdo
recordando esa senda que se pierde
en un lejano horizonte
y que bien sé que no he de volver a pisar,
pues no es posible desandar
el camino andado.
No es ni mucho menos
mi pretensión hacerlo
ni tan siquiera intentarlo,
ya que han sido mis decisiones
acertadas o erradas
las que me han traído hasta el lugar
en el que hora me encuentro.
Pero es bueno recordar,
de cuando en cuando,
de dónde vengo,
y los amaneceres y los atardeceres vividos;
la lluvia que tantas veces
ha mojado mi cuerpo;
los fríos inviernos
o las cálidas primaveras;
las soledades vividas
y los tiempos compartidos;
los abrazos abrazados
y los que quedaron por abrazar;
las lágrimas derramadas
de felicidad o tristeza;
o las risas de aquel niño que fue
y que de tarde en tarde me acerca el viento.
Seguiré girando mi cabeza
y miraré atrás
para no olvidar mi nombre
ni el de aquellos que me ayudaron
a llegar hasta donde he llegado;
y seguiré mirando al frente,
sin duda alguna,
para no perderme todo aquello
que aún está por llegar
y que paciente espero.
José Manuel Contreras