Esta mañana, amanecido el día,
salí a pasear por el parque
que hay aquí en mi barrio
y en un momento dado,
como otro momento cualquiera,
decidí sentarme a descansar,
o quizá lo hiciera por meditar,
en uno de los bancos plantados
a los bordes de sendas y caminos.
No me fue posible
¿Os lo podéis creer?
Imposible de entre tanta posibilidad.
En un primer banco
encontré sentada a la Soledad,
la Desesperación en el siguiente
y dos bancos más allá, la Tristeza
en una esquina y en la otra la Fatalidad.
¡Qué contrariedad!
Seguí caminando buscando un banco libre
mas en principio se antojaba imposible;
siguiente banco la Depresión,
después del siguiente la Frustración,
la Desolación después del siguiente del siguiente…
¡Vaya sinrazón!
Decidí seguir camino
con mis ojos entornados,
a fin de encontrar un banco
no lo hice con los ojos cerrados,
pero todos llenos de penas y amarguras,
todos ellos más que vacíos, ocupados.
Allá al final del parque
donde se entrecruzan siete caminos
pareciome ver un banco libre
al lado de un chopo y entre cuatro pinos
apresuré mis pasos con mis pies cansados
pues no quería demorarme en lograr mi destino,
a estas horas del día no se puede desaprovechar
el haber tenido, más que acierto, tino.
A poco más de dos metros
de donde procuraba un breve reposo
observé como acomodaban sus posaderas
dos de los sentimientos más valiosos,
el amor, en un extremo, con toda su dulzura,
en el otro el cariño, todo cariñoso
y ambos orgullosos y con toda su frescura.
Vista mi batalla ya perdida en este pasear
y sintiendo que quedaba sin acomodo
decidí enfilar mis pasos hacia mi hogar
en el que seguro, sin duda y sobretodo
encontraría, creo yo, el mejor lugar
para que mi cansado cuerpo hallase reacomodo.
Mañana será otro día
en eso no me falta razón
y si se tercia, sin cobardía,
me aventuraré tomando de nuevo el timón
rumbo a la búsqueda de banco o silla
donde dar descanso, por un instante, a este corazón.
Jose Manuel Contreras
salí a pasear por el parque
que hay aquí en mi barrio
y en un momento dado,
como otro momento cualquiera,
decidí sentarme a descansar,
o quizá lo hiciera por meditar,
en uno de los bancos plantados
a los bordes de sendas y caminos.
No me fue posible
¿Os lo podéis creer?
Imposible de entre tanta posibilidad.
En un primer banco
encontré sentada a la Soledad,
la Desesperación en el siguiente
y dos bancos más allá, la Tristeza
en una esquina y en la otra la Fatalidad.
¡Qué contrariedad!
Seguí caminando buscando un banco libre
mas en principio se antojaba imposible;
siguiente banco la Depresión,
después del siguiente la Frustración,
la Desolación después del siguiente del siguiente…
¡Vaya sinrazón!
Decidí seguir camino
con mis ojos entornados,
a fin de encontrar un banco
no lo hice con los ojos cerrados,
pero todos llenos de penas y amarguras,
todos ellos más que vacíos, ocupados.
Allá al final del parque
donde se entrecruzan siete caminos
pareciome ver un banco libre
al lado de un chopo y entre cuatro pinos
apresuré mis pasos con mis pies cansados
pues no quería demorarme en lograr mi destino,
a estas horas del día no se puede desaprovechar
el haber tenido, más que acierto, tino.
A poco más de dos metros
de donde procuraba un breve reposo
observé como acomodaban sus posaderas
dos de los sentimientos más valiosos,
el amor, en un extremo, con toda su dulzura,
en el otro el cariño, todo cariñoso
y ambos orgullosos y con toda su frescura.
Vista mi batalla ya perdida en este pasear
y sintiendo que quedaba sin acomodo
decidí enfilar mis pasos hacia mi hogar
en el que seguro, sin duda y sobretodo
encontraría, creo yo, el mejor lugar
para que mi cansado cuerpo hallase reacomodo.
Mañana será otro día
en eso no me falta razón
y si se tercia, sin cobardía,
me aventuraré tomando de nuevo el timón
rumbo a la búsqueda de banco o silla
donde dar descanso, por un instante, a este corazón.
Jose Manuel Contreras