El domingo de Ramos era un día alegre y triste a la vez. Se iba a Misa a por el ramo, y a estrenar. Había que estrenar algo, porque si no estrenabas, "no tenías ni manos ni pies" había que
comprar algo nuevo, aunque sólo fuera un pañuelo moquero o unos escarpines o una diadema o unas orquillas... Todos, grandes y pequeños teníamos que estrenar este domingo.
Recuerdo haber oído decir, que los ramos de laurel sobrante se quemaban para hacer la ceniza del Miércoles de Ceniza para el año siguiente.
El
... (ver texto completo)