La receta de los pastos de Babia
Un estudio analiza la cantidad y calidad de los pastizales de montaña para potenciarlos.
Después de 500 años de trashumancia en Babia, con cientos de ovejas, vacas y equinos sobreviviendo al verano gracias a unos pastos saludables de montaña, los científicos han decidido descubrir qué características los hacen especiales y diferentes.
El estudio, que se prolongará durante un año, ha recibido una subvención de 50.000 euros del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino. Se centrará en analizar la cantidad y la calidad de los pastizales de San Emiliano y Cabrillanes en un intento de «conocer las características bromatológicas y la biodiversidad de la zona», explica Pablo Casares, técnico de la Reserva de la Biosfera de Babia. El objetivo pasa por descubrir si los usos ganaderos han favorecido o empobrecido los pastizales, que ocupan el 70% de las 38.000 hectáreas de la Reserva.
El estudio requerirá realizar un inventario de especies, recoger muestras (en primavera del 2012) en siete puertos significativos para descifrar su aporte nutricional y establecer una parcela de control que se someterá a los diversos modos de pastoreo para comprobar su incidencia en el terreno. Con los datos en la mano, se fijarán, posteriormente, recomendaciones sobre el ganado que más enriquece o perjudica los pastos, y las directrices para un mantenimiento óptimo.
Casares cree que el característico paisaje de pastizales de Babia es consecuencia directa de la presión ganadera ejercida sobre él tradicionalmente. La labor de mantenimiento de estos espacios sostenida por el hombre durante años fue el principal motivo por el que la Unesco concedió a este lugar la denominación de Reserva de la Biosfera hace siete años.
La gerente del consorcio para la gestión y administración de la Reserva, Patricia Gutiérrez, matiza que la labor se desarrollará en tres pasos, uno sobre la productividad de los distintos tipos de pastizales y puertos de montaña, otro consistente en elaborar líneas estrategias para el espacio, y el último, que será aplicar esas directrices.
«Se trata de compatibilizar los objetivos de desarrollo socio-económico con la conservación y el respeto del patrimonio natural. En un espacio muy deprimido, que ya no encuentra en la debilitada minería un pilar económico en el que apoyarse con garantías, el aprovechamiento de estos pastizales es necesario para su población», indica.
El cuidado de la ganadería se antoja, en este sentido, como una condición inexorable, no sólo por constituirse como un recurso para los habitantes de la zona, sino porque fue precisamente la actividad humana que la Unesco valoró de una mayor forma a la hora de imponer a esta zona la concesión de Reserva de la Biosfera. «Es un premio que se dio a los nietos por la labor de los padres. Hemos llegado a esta situación gracias a la ganadería y hay que fomentar esa actividad en buenas condiciones, como antes», precisa.
En comparación con lo que supuso hace unas décadas, la presencia de la ganadería en Babia es «muy testimonial». Las principales cabañas ganaderas son de equino y vacuno y queda algo de ovino y «muy poco» de cabra. Se mantienen, algunos puestos de trashumancia ocupados por ganado procedente del sur de Castilla y León. «Intentamos fomentar y volver a instaurar el nivel al que estaba la ganadería en la zona de Babia, no sólo como recurso de mantenimiento del paisaje, sino también como actividad económica», reitera.
El medio natural de una zona montañosa, como es la que se encuadra en el marco de la comarca de Babia, confiere a la vegetación existente unas características peculiares. La incidencia de la ganadería -como ha destacado Gutiérrez- y la frecuencia de los incendios, aún habituales en la zona, ha condicionado el que la cubierta vegetal original haya quedado esquilmada, lo cual se manifiesta en la escasa representación de las formaciones arbóreas en el territorio.
Un estudio analiza la cantidad y calidad de los pastizales de montaña para potenciarlos.
Después de 500 años de trashumancia en Babia, con cientos de ovejas, vacas y equinos sobreviviendo al verano gracias a unos pastos saludables de montaña, los científicos han decidido descubrir qué características los hacen especiales y diferentes.
El estudio, que se prolongará durante un año, ha recibido una subvención de 50.000 euros del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino. Se centrará en analizar la cantidad y la calidad de los pastizales de San Emiliano y Cabrillanes en un intento de «conocer las características bromatológicas y la biodiversidad de la zona», explica Pablo Casares, técnico de la Reserva de la Biosfera de Babia. El objetivo pasa por descubrir si los usos ganaderos han favorecido o empobrecido los pastizales, que ocupan el 70% de las 38.000 hectáreas de la Reserva.
El estudio requerirá realizar un inventario de especies, recoger muestras (en primavera del 2012) en siete puertos significativos para descifrar su aporte nutricional y establecer una parcela de control que se someterá a los diversos modos de pastoreo para comprobar su incidencia en el terreno. Con los datos en la mano, se fijarán, posteriormente, recomendaciones sobre el ganado que más enriquece o perjudica los pastos, y las directrices para un mantenimiento óptimo.
Casares cree que el característico paisaje de pastizales de Babia es consecuencia directa de la presión ganadera ejercida sobre él tradicionalmente. La labor de mantenimiento de estos espacios sostenida por el hombre durante años fue el principal motivo por el que la Unesco concedió a este lugar la denominación de Reserva de la Biosfera hace siete años.
La gerente del consorcio para la gestión y administración de la Reserva, Patricia Gutiérrez, matiza que la labor se desarrollará en tres pasos, uno sobre la productividad de los distintos tipos de pastizales y puertos de montaña, otro consistente en elaborar líneas estrategias para el espacio, y el último, que será aplicar esas directrices.
«Se trata de compatibilizar los objetivos de desarrollo socio-económico con la conservación y el respeto del patrimonio natural. En un espacio muy deprimido, que ya no encuentra en la debilitada minería un pilar económico en el que apoyarse con garantías, el aprovechamiento de estos pastizales es necesario para su población», indica.
El cuidado de la ganadería se antoja, en este sentido, como una condición inexorable, no sólo por constituirse como un recurso para los habitantes de la zona, sino porque fue precisamente la actividad humana que la Unesco valoró de una mayor forma a la hora de imponer a esta zona la concesión de Reserva de la Biosfera. «Es un premio que se dio a los nietos por la labor de los padres. Hemos llegado a esta situación gracias a la ganadería y hay que fomentar esa actividad en buenas condiciones, como antes», precisa.
En comparación con lo que supuso hace unas décadas, la presencia de la ganadería en Babia es «muy testimonial». Las principales cabañas ganaderas son de equino y vacuno y queda algo de ovino y «muy poco» de cabra. Se mantienen, algunos puestos de trashumancia ocupados por ganado procedente del sur de Castilla y León. «Intentamos fomentar y volver a instaurar el nivel al que estaba la ganadería en la zona de Babia, no sólo como recurso de mantenimiento del paisaje, sino también como actividad económica», reitera.
El medio natural de una zona montañosa, como es la que se encuadra en el marco de la comarca de Babia, confiere a la vegetación existente unas características peculiares. La incidencia de la ganadería -como ha destacado Gutiérrez- y la frecuencia de los incendios, aún habituales en la zona, ha condicionado el que la cubierta vegetal original haya quedado esquilmada, lo cual se manifiesta en la escasa representación de las formaciones arbóreas en el territorio.
Para que luego digan que Babia no existe. Lo mejor de lo mejor.