CUENTO
Érase que se era una oveja y una corderina que vivían en Las Campas, en la casa del Abuelo Patricio. Ese día había salido una ralladina de sol, y aunque era invierno, se encaminaron hacia Las Cueñas, y se pusieron a pacer en un desnevio que había en un prao. Cuando estaban tan tranquilas, apareció el lobo y les dijo:
- Os voy a comer.
Y ellas muertas de miedo le contestaron:
- Espera un poquitín que estamos muy flaquitas de todo el invierno, déjanos pacer un buen rato, tú túmbate al sol y nosotras te avisamos.
El lobo se tumbó y se quedó dormido al sol. La oveja y la cordera salieron “patas pa’ qué os quiero” y llegaron a las portonas del Abuelo, justo cuando llegaba el lobo. Les dio tiempo a cerrar la portona y desde dentro la oveja decía:
- Aunque soy oveja cazcarrera, nunca me llevé mayor carrera.
Y el lobo decía por la parte de afuera:
- Aunque soy lobo pardo, nunca me llevé mayor petardo.
Érase que se era una oveja y una corderina que vivían en Las Campas, en la casa del Abuelo Patricio. Ese día había salido una ralladina de sol, y aunque era invierno, se encaminaron hacia Las Cueñas, y se pusieron a pacer en un desnevio que había en un prao. Cuando estaban tan tranquilas, apareció el lobo y les dijo:
- Os voy a comer.
Y ellas muertas de miedo le contestaron:
- Espera un poquitín que estamos muy flaquitas de todo el invierno, déjanos pacer un buen rato, tú túmbate al sol y nosotras te avisamos.
El lobo se tumbó y se quedó dormido al sol. La oveja y la cordera salieron “patas pa’ qué os quiero” y llegaron a las portonas del Abuelo, justo cuando llegaba el lobo. Les dio tiempo a cerrar la portona y desde dentro la oveja decía:
- Aunque soy oveja cazcarrera, nunca me llevé mayor carrera.
Y el lobo decía por la parte de afuera:
- Aunque soy lobo pardo, nunca me llevé mayor petardo.