Un corro, el baratero, monedas de cobre, pujas y dinero. Elementos esenciales del juego de las chapas, una tradición arraigada a la Semana Santa leonesa. A caras o cruces y una apuesta, la suerte está echada.
Su orígenes se remontan a la época de la muerte de Cristo en la Cruz, cuando los soldados romanos que le ajusticiaron se jugaron su túnica; otros historiadores, sin embargo hablan de la tradición de Judas y las monedas.
Los jugadores depositan el dinero en el suelo del corro y dicen a qué apuestan, cuando se cierra la puja, el baratero lanza al aire las dos monedas. Antes muestra las chapas cara con cara o cruz con cruz. Es el encargado de recoger las chapas del suelo. Deben salir emparejadas, es decir, caras o cruces; de lo contrario, se lanzan otra vez hasta que las dos coinciden. Y claro, ganan los que aciertan el resultado de su tirada.
Depende de cada establecimiento autorizado, las apuestas mínimas pueden comenzar en cinco o veinte euros, sobre todo ahora en época de crisis, ya que en momentos de bonanza las cifras eran más elevadas. No hay límite de dinero ni tiempo. El jugador que comienza la puja, si acierta, continúa lanzando hasta que falle, el turno pasa entonces a otro apostante.
Jugar a caras, una de las modalidades favoritas de los seguidores de esta timba, es la mejor forma de ganar, también en la que más riesgo se corre de perder. Varios lanzamientos continuados consiguiendo doble cara duplica la cifra de dinero en juego.
Su orígenes se remontan a la época de la muerte de Cristo en la Cruz, cuando los soldados romanos que le ajusticiaron se jugaron su túnica; otros historiadores, sin embargo hablan de la tradición de Judas y las monedas.
Los jugadores depositan el dinero en el suelo del corro y dicen a qué apuestan, cuando se cierra la puja, el baratero lanza al aire las dos monedas. Antes muestra las chapas cara con cara o cruz con cruz. Es el encargado de recoger las chapas del suelo. Deben salir emparejadas, es decir, caras o cruces; de lo contrario, se lanzan otra vez hasta que las dos coinciden. Y claro, ganan los que aciertan el resultado de su tirada.
Depende de cada establecimiento autorizado, las apuestas mínimas pueden comenzar en cinco o veinte euros, sobre todo ahora en época de crisis, ya que en momentos de bonanza las cifras eran más elevadas. No hay límite de dinero ni tiempo. El jugador que comienza la puja, si acierta, continúa lanzando hasta que falle, el turno pasa entonces a otro apostante.
Jugar a caras, una de las modalidades favoritas de los seguidores de esta timba, es la mejor forma de ganar, también en la que más riesgo se corre de perder. Varios lanzamientos continuados consiguiendo doble cara duplica la cifra de dinero en juego.