AQUI OS DEJO EL ARTICULO QUE ESTE SINVERGUENZA ESCRIBIO SOBRE BABIA.
Artículos Ángel Martín en la Revista DT: Babia. Junio 20, 2009 · Archivado en Entrevistas y Biografias
Babia
Si hay algún militar leyendo este articulo, quiero decirle que he encontrado un sitio perfecto para hacer pruebas nucleares: Babia. Creedme. Babia es el sitio que estáis buscando. Hace unos días me invitaron a ese infierno. Le dije a Dani Mateo que me acompañara porque no sabia con qué me iba a encontrar y pensé: “Me llevo a Dani, que tiene la voz grave y eso impone mucho”. Nada mas bajar del autocar, nos recibió un tío de apellido impronunciable que, al parecer, era el famosete del pueblo, porque hacía algún tiempo había trabajado en televisión. El individuo en cuestión se apellidaba “Fantabuena”, “Cagabuenas” o algo así.
Lo primero que hicieron fue enseñarnos el pueblo. Los Babianos, o como diablos de llamen, querían que conociéramos todos y cada uno de los rincones de Babia. De hecho, había un chiquillo que se encargaba de levantar las piedras para que viéramos lo que había debajo. Lo peor fue que, a partir de la décima piedra, el chiquillo nos cedió el honor de levantarlas nosotros mismos. Es curioso cómo algo que para algunos es un honor, para otros es una putada.
En mi vida me he sentido tan imbecil. Estaba paseando por Babia, seguido por todos los vecinos, levantando todas y cada una de las piedras del pueblo para ver el trozo de tierra que había debajo. El alcalde miraba al chiquillo con cara de orgullo y con la mirada la deba las gracias por habernos cedido tal privilegio. Yo también lo miraba. Aunque mi mirada, mas que de agradecimiento, era de: “cuando el pueblo se quede a oscuras, pienso meterte todas y cada una de las piedras que me has hecho levantar por el culo”.
Una de las desventajas de trabajar en televisión es que, cuando te invitan a un sitio, tienes que fingir que todas sus costumbres te parecen bien y que te sientes muy afortunado de poder compartirlas con ellos. Por ejemplo, si eres famoso y te invitan a un pueblo donde es costumbre acariciar las pelotas de un caballo viejo para espantar malos espíritus… cuando te ofrezcan acariciarle las pelotas…debes sonreir y dar las gracias. Es mas… debes dejar que el alcalde te haga una foto para colgarla en el ayuntamiento. De ese modo, todo el que vaya al pueblo sabrá que estuviste allí acariciándole los huevos a un caballo viejo.
Babia es así. Quieren hacerte participe de todas sus costumbres. Y lo que es peor: quieren dejar constancia. Eso no seria tan grave si no fuera porque no tienen cámaras de fotos. Así que para dejar constancia de que habíamos estado en Babia, nos hicieron coger un pedrusco del tamaño de los huevos del alcalde y sujetarlo en alto mientras nos dibujaba el artista del pueblo. El artista del pueblo que, curiosamente, era también el borracho del pueblo y que, después de una hora sujetando el pedrusco en alto, el muy imbecil había pintado a dos tíos que estaban detrás de nosotros.
Después de un montón de horas, llegamos a la plaza donde sonaba la misma canción una y otra vez. Le pregunte al alcalde por qué no la cambiaban y me dijo que era porque sólo tenían una. No seguí investigando. Solo quería largarme de allí cuanto antes. Y os aseguro que mis ganas se acentuaron cuando, al acercarme a la entrada del Ayuntamiento, vi un cuadro enorme donde un tal Javier Coronas y otro tipo llamado Tomas Guasch posaban sonriendo amablemente mientras en sus manos sujetaban las pelotas de un caballo viejo.
Resumiendo: si alguna vez os encontráis una bomba atómica y no sabéis que hacer con ella, recordad este nombre: Babia.
Artículos Ángel Martín en la Revista DT: Babia. Junio 20, 2009 · Archivado en Entrevistas y Biografias
Babia
Si hay algún militar leyendo este articulo, quiero decirle que he encontrado un sitio perfecto para hacer pruebas nucleares: Babia. Creedme. Babia es el sitio que estáis buscando. Hace unos días me invitaron a ese infierno. Le dije a Dani Mateo que me acompañara porque no sabia con qué me iba a encontrar y pensé: “Me llevo a Dani, que tiene la voz grave y eso impone mucho”. Nada mas bajar del autocar, nos recibió un tío de apellido impronunciable que, al parecer, era el famosete del pueblo, porque hacía algún tiempo había trabajado en televisión. El individuo en cuestión se apellidaba “Fantabuena”, “Cagabuenas” o algo así.
Lo primero que hicieron fue enseñarnos el pueblo. Los Babianos, o como diablos de llamen, querían que conociéramos todos y cada uno de los rincones de Babia. De hecho, había un chiquillo que se encargaba de levantar las piedras para que viéramos lo que había debajo. Lo peor fue que, a partir de la décima piedra, el chiquillo nos cedió el honor de levantarlas nosotros mismos. Es curioso cómo algo que para algunos es un honor, para otros es una putada.
En mi vida me he sentido tan imbecil. Estaba paseando por Babia, seguido por todos los vecinos, levantando todas y cada una de las piedras del pueblo para ver el trozo de tierra que había debajo. El alcalde miraba al chiquillo con cara de orgullo y con la mirada la deba las gracias por habernos cedido tal privilegio. Yo también lo miraba. Aunque mi mirada, mas que de agradecimiento, era de: “cuando el pueblo se quede a oscuras, pienso meterte todas y cada una de las piedras que me has hecho levantar por el culo”.
Una de las desventajas de trabajar en televisión es que, cuando te invitan a un sitio, tienes que fingir que todas sus costumbres te parecen bien y que te sientes muy afortunado de poder compartirlas con ellos. Por ejemplo, si eres famoso y te invitan a un pueblo donde es costumbre acariciar las pelotas de un caballo viejo para espantar malos espíritus… cuando te ofrezcan acariciarle las pelotas…debes sonreir y dar las gracias. Es mas… debes dejar que el alcalde te haga una foto para colgarla en el ayuntamiento. De ese modo, todo el que vaya al pueblo sabrá que estuviste allí acariciándole los huevos a un caballo viejo.
Babia es así. Quieren hacerte participe de todas sus costumbres. Y lo que es peor: quieren dejar constancia. Eso no seria tan grave si no fuera porque no tienen cámaras de fotos. Así que para dejar constancia de que habíamos estado en Babia, nos hicieron coger un pedrusco del tamaño de los huevos del alcalde y sujetarlo en alto mientras nos dibujaba el artista del pueblo. El artista del pueblo que, curiosamente, era también el borracho del pueblo y que, después de una hora sujetando el pedrusco en alto, el muy imbecil había pintado a dos tíos que estaban detrás de nosotros.
Después de un montón de horas, llegamos a la plaza donde sonaba la misma canción una y otra vez. Le pregunte al alcalde por qué no la cambiaban y me dijo que era porque sólo tenían una. No seguí investigando. Solo quería largarme de allí cuanto antes. Y os aseguro que mis ganas se acentuaron cuando, al acercarme a la entrada del Ayuntamiento, vi un cuadro enorme donde un tal Javier Coronas y otro tipo llamado Tomas Guasch posaban sonriendo amablemente mientras en sus manos sujetaban las pelotas de un caballo viejo.
Resumiendo: si alguna vez os encontráis una bomba atómica y no sabéis que hacer con ella, recordad este nombre: Babia.