Cuando salíamos al recreo de la la
escuela era tal el grito emitido por los alumnos que el
pueblo entero sabía cuando estabamos en el recreo, luego pasabamos corriendo a las cortinas a jugar a los corzos,
juego arriesgado porque subiamos al último prado y luego bajabamos corriendo y saltando todos los cierres de
piedra de los distintos prados y tierras.