El
Corral del Concejo era un recinto habitual en muchas localidades españolas. El de
Redipuertas, además de desempeñar una función ganadera, fue lugar de
reunión del Concejo.
En estos
corrales se guardaba el
ganado extraviado hasta que apareciese su dueño, pero también el ganado forastero "prendado", a causa de los perjuicios ocasionados al municipio o a los vecinos. Este ganado permanecía en el corral tres días. Tras este periodo, si no era reclamado, se le asignaba al vecino del
pueblo que se comprometiese a custodiarlo a un menor costo diario mediante una subasta.
El dueño, para poder recuperarlo, estaba obligado a pagar la multa correspondiente, así como los gastos ocasionados por el animal. Tras quince días sin aparecer un propietario, se procedía a subasta pública.