grande. Subían pensativos, callados,
sabedores de la importancia de la
empresa que acometían. No sólo ellos
se habrían de beneficiar, sino todo el
Valle de Laciana, víctima de los
continuos ataques de los lobos.
Todo era silencio. Demasiado tarde
para que la vida diurna se manifestara.
Demasiado temprano para
que despertasen las voces errantes de
las criaturas de la noche.
Al llegar a las Carrezales, Valiente
inquirió:
— ¿Os he contado alguna vez la
historia del lobo resucitado?
— ¿Qué historia es ésa —preguntó
Aquilino.
—En el pueblo de mi primo —dijo
Valiente— abunda también los lobos
y contra ellos se hacen muchas cacerías.
En una de ellas capturaron un
gran ejemplar que, una vez apaleado
y aparentemente muerto, fue llevado
al "filandón" y tirado cerca del fuego.
Mientras la gente se divertía y
corría el vino por toda la estancia, el
cuerpo de la alimaña fue calentándose
y estimulándose, con lo que sus
músculos se desentumecieron poco a
poco. Hasta que, de un brinco, se
levantó y comenzó a aullar mostrando
sus fauces abiertas y sus temibles
colmillos.
En un primer momento el terror
invadió la estancia. La escena era
tétrica.
sabedores de la importancia de la
empresa que acometían. No sólo ellos
se habrían de beneficiar, sino todo el
Valle de Laciana, víctima de los
continuos ataques de los lobos.
Todo era silencio. Demasiado tarde
para que la vida diurna se manifestara.
Demasiado temprano para
que despertasen las voces errantes de
las criaturas de la noche.
Al llegar a las Carrezales, Valiente
inquirió:
— ¿Os he contado alguna vez la
historia del lobo resucitado?
— ¿Qué historia es ésa —preguntó
Aquilino.
—En el pueblo de mi primo —dijo
Valiente— abunda también los lobos
y contra ellos se hacen muchas cacerías.
En una de ellas capturaron un
gran ejemplar que, una vez apaleado
y aparentemente muerto, fue llevado
al "filandón" y tirado cerca del fuego.
Mientras la gente se divertía y
corría el vino por toda la estancia, el
cuerpo de la alimaña fue calentándose
y estimulándose, con lo que sus
músculos se desentumecieron poco a
poco. Hasta que, de un brinco, se
levantó y comenzó a aullar mostrando
sus fauces abiertas y sus temibles
colmillos.
En un primer momento el terror
invadió la estancia. La escena era
tétrica.