Ofertas de luz y gas

RIOSCURO: Todas las personas quedaron...

Todas las personas quedaron
paralizadas ante la bestia que creían
resucitada. Luego, recobrando mínimamente
el sentido, todos huyeron
gritando, pisoteándose y quemándose
muchos de ellos en las brasas.
Se organizó tal algarabía que el
mismo lobo huyó sin que jamás
volviese a tenerse noticias suyas.
—Algo exagerados son los del pueblo
de tu primo —replicó Aquilino. Y,
en una amigable conversación,
fueron atravesando el Eiru del Pozo,
las Ferraduras, los Corderos, el Cebocho...
hasta que, por fin, la amplia
llanura del Campo se extendió ante
sus ojos.
Era noche de clara luna en aquellas
horas y su luz, nuevamente
reflejada en el inmenso blanco manto
recrecido momentos antes, dejaba
ver con nitidez la Rebata de Vitsarquemau
bajo la cual se encontraba el
"calecho" de los lobos.
— ¡Esta noche... acabaremos con
vosotros! —murmuró el "tío Colín"
dirigiendo su mirada a la lobera.
Avanzaron, en silencio, hacia las
lindes. Llegados a la altura de "el
calecho", se adentraron en el angosto
callejón que conducía al agujero. Y
allí recostaron al cabrito que habría
de ser reclamo mortal para las fieras.
Hecho esto, el silencio pareció
agrandarse, como si la naturaleza
entera presintiese los acontecimientos
que habrían de tener allí lugar.
Por fin, el cabrito quiso incorporarse.
Por un instante volvió su
cabeza hacia la luna. La alzó más
tarde hasta formar un ángulo recto
con el lomo erizado. Y, poco a poco,
como perro cazador, rompió a entonar
el "berrar de la muerte".
Con él se rompió un grito sonoro y
lúgubre. Como una queja nada humana.
Uno de esos aullidos que
aumentan los latidos del corazón del
cazador y le fuerzan a crispar los
dedos sobre el garrote.
Surgió el alarido de entre las tinieblas
del pozo. Fue el grito lastimero
del pobre cabritillo cuyo instinto
revelaba la presencia lejana del enemigo
mortal y significaba, para él, lo
que el nudo corredizo de la horca para
el reo o el fusil sobre el hombro del
centinela para el espía.
Un rumor lejano, intermitente, entre
el lamento y la ferocidad crecía
para luego desvanecerse y de nuevo
renacer cobrando en cada ocasión
más nitidez.
Era el terrible ulular del lobo. Los
cuatro amigos se ocultaron al
abrigo de unos árboles.