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RIOSCURO: Los lobos se acercaron lentamente....

Los lobos se acercaron lentamente.
Uno de ellos se detuvo e irguiéndose
alzando la cabeza emitió el alarido de
caza. Su olfato detectó la presencia
del cabrito a la vez que mostraba
evidente agitación. Reconoció el viento
en todas direcciones dando vueltas
nerviosamente y abrió sus formidables
mandíbulas lanzando un aullido
quejumbroso. Y, de inmediato, brotó
de su garganta no ya el grito de caza
sino el más terrorífico de los sonidos
que la fiera emite cuando ha localizado
a su víctima.
Emprendió veloz carrera a través
del callejón rematada por un salto
prodigioso que para su desgracia le
llevó directamente al agujero fatal.
¡La fiera había sido atrapada!
Los cuatro hombres salieron de su
escondrijo desde donde, a distancia
prudencial, habían observado el desarrollo
de la acción.
"El "tío Colín" examinó la fiera
por un instante:
— ¡Loba! —exclamó con su habitual
laconismo.
En el fondo del pequeño agujero
la fiera, ahora indefensa, acurrucada
junto al cabrito, enseñaba sus dientes
terribles, silenciosa, presa de pánico.
Sus ojos brillaban con luz de impotencia.
Era un espectáculo cruel ante
el cual todos hubieron sentido piedad
de no mediar el recuerdo de
tantos corderos, cabritos, "jatos", potros...
que la fiera o sus compañeros
habían despedazado en días anteriores.
No había solución. Era, sencillamente,
la lucha por la supervivencia:
matar o morir. Así lo entendían
ellos.
Acabaron con la vida de la fiera de
un solo golpe.
Cargaron a cuestas con los dos
animales y retornaron al pueblo. El
trabajo de aquella noche había terminado.
Al día siguiente quitaron la piel al
animal y rellenaron de paja su interior.
Comenzaron entonces la ronda
pedigüeña del Torrezno en la misma
plaza de Rioscuro. Más tarde continuaron
por el Villar, Robles y, así
sucesivamente, hasta recorrer todos
los pueblos de Laciana.
Las gentes les iban entregando de
todo: chorizos, huevos, trozos de cecina
y de jamón, incluso dos monedas
de plata y algunos maravedíes.
Con todo ello les fue posible organizar
una espléndida fiesta a la que
fueron invitados todos los mozos y
mozas de Rioscuro, aunque también
acudieron muchos de pueblos vecinos.
Y para todos hubo vino, música,
alegría y diversión.
Celestino Pérez Colín.