Folclore de
Rosales
Hasta fines del siglo XIX llegaron
costumbres, que en este pintoresco pueblecito se han conservado afortunadamente en virtud de su aislamiento.
Quemar la vieja
Después del toque del Angelus, cuando empieza a oscurecer, prenden fuego al montón de paja y la vieja se consume a las primeras llamaradas. Vienen después los saltos a través de las llamas y del rescoldo, en que todos los jóvenes muestran su habilidad. Casi todo el
pueblo está presente a la función, que todos los años se repite. Cuando la llama desciende y no quedan más que las ascuas, cada cual se retira a su domicilio, dejando la
plaza solitaria.
El 15 de marzo, en los albores de la
primavera, celebraban los
romanos una
fiesta en honor de Anna Perenna, diosa que se apareció en forma de vieja a los plebeyos, cuando se retiraron al
Monte Sagrado, y les dio víveres con que mantenerse. Los devotos de esta divinidad celebraban su fiesta con regocijo; se hacían la ilusión de que vivirían tantos años como copas bebieran el 15 de marzo en honor de la buena Anna Perenna.
Entre esta fiesta
romana y la de quemar la vieja hay varios puntos de contacto, como si la una fuera precedente de la otra.
El Rastro
Cuando dos novios llevan estrechas relaciones y se ruge que se van a casar, los mozos del pueblo les echan el rastro el día anterior a las amonestaciones. Consiste en cubrir someramente de paja el
camino que va de
casa del novio a la
iglesia, y de casa de la novia a la iglesia. Un domingo por la mañana, cuando todo el mundo se dirige a oír misa, se entera de la novedad, que muchos todavía ignoraban.
La Maquila
Es una medida, un tanto por ciento que cobra el molinero por triturar los granos que a su
molino llevan los clientes.
Veamos otra acepción. El clásico
baile consistía en una larga fila de mujeres con castañuelas, otra fila paralela de hombres, mirando ellas para ellos y viceversa. Tenía lugar en la plaza, bajo la mirada vigilante de los padres, de los ancianos y del señor cura. Los moralistas decían que se dejase entre ambas filas espacio suficiente para poder pasar un
carro. Comenzaban las directoras del baile a tocar las panderetas y a cantar, y aquellas filas comenzaban a moverse acompasadamente, haciendo difíciles y artísticos ejercicios de pies, brazos, cada cual con su pareja. Cuando termina el tiempo y se callan las cantoras y cesa el repicoteo de la pandereta, se cobra la Maquilla, que consiste en que el bailador coge a la moza por la cintura y la levanta en vilo por espacio de dos o tres segundos. Era el único contacto, el único atrevimiento que se permitía la honestidad de aquellas sanas, sencillas y vigorosas parejas.
La Facendera
Hacendera, es una prestación personal de todos los vecinos del pueblo para reparar los
caminos de servicio general. Cuando la necesidad lo pide y al alcalde se le ocurre, manda tocar a concejo, se reúnen en el lugar acostumbrado y, después de alguna deliberación, se determina reparar tal camino para traer el heno de los prados, para acarrear las mieses de las tierras a
las eras, o para restaurar un paso que los aguaceros han interrumpido. Al volver por la tarde del trabajo, el buen alcalde suele dar un vaso de vino, por cuenta de la comunidad, a los que han cooperado al beneficio común. El vino se reparte a la redonda en vaso de cristal.
Los Basiliscos
Si una mujer se peina a orillas de una
fuente, de un arroyo o de un charco de
agua, y entre los cabellos, que siempre arranca el peine, salen algunos con raíz o bulbo, éstos, si quedan en la humedad que los fecundice, se convierten en pequeños ofidios, del bulbo se forma la cabeza; de lo restante, el cuerpo y la cola. Crecen y se desarrollan hasta convertirse en serpientes de singular grandeza, y discurren por los
montes sembrando terror y pánico entre pastores y gentes que los encuentran por temerosas soledades, Constituyen gran peligro para las personas y para los
ganados. Estos son los basiliscos, que parecen emparentados con los cabellos de Medusa, castigada por la diosa Minerva.
Los Gamusinos
Con esta palabra se refería la gente de Rosales a una broma que se solía hacer a ciertas personas, sobre todo a muchachos que pretendían entrar en el grupo de los mozos. Se le decía al aspirante: hoy vamos a
pescar gamusinos al
río... Y se le ponía al muchacho a esperar en un lugar determinado con un saco... Y los demás mozos hacían aspavientos, como que encaminan estos animales hacia ese lugar, así le daban una buena mojadura y le metían en el saco varias
piedras pesadas, que el muchacho debe llevar al pueblo sin mirar lo que es, donde éste descubre la broma. Y los mozos y mozas ríen la broma.
El palo de los pobres
Cuando llega al pueblo un mendigo, la caridad cristiana no le deja en la
calle para que se muera de frío o se lo coman los lobos. Le dan
posada todos los vecinos por riguroso turno. Más, como pueden pasar temporadas sin que ninguno aparezca, y se puede olvidar quién fue el vecino que hospedó al último pobre que pasó, hay una insignia: un palo que conocen todos los vecinos y que se llama el palo de los pobres. Llega un mendigo a quien sorprende la
noche en el pueblo, y necesita recogerse. Pregunta por ese palo, que forzosamente ha de estar en casa del vecino que hospedó al ultimo pobre; se lo dan, va con él a la casa siguiente, y en ella tienen obligación de admitirle a pasar la noche, darle de cenar, etc.
Las Nateras
La Natera es una vasija de barro en que las mujeres de Rosales ponen la leche y la dejan por la noche en la
ventana para que le dé bien el relente y se vaya separando la nata del resto de la masa. La parte alta del líquido es un trago de exquisita ambrosía. Los mozos lo saben, como saben también donde las amas de casa suelen dejar las nateras. Aprovechando la noche, se apoderan de ellas y de beber el contenido en un corro de amigotes. Esta operación, de dudosa moralidad, se llama robar nateras. Antes eran los abuelos, ayer fueron los padres, hoy son los hijos, mañana serán los nietos. Siempre ha sido así, siempre han hecho eso los mozos. A veces, en lugar de robarla, se la piden al ama, o avisan que irán a buscar la natera, a fin de que no la dejen muy escondida. Es cuando menos protestan las patronas, que ven alterada la economía doméstica.
El alumbrado
El sistema corriente de alumbrado hasta fines del siglo XIX era, aunque no exclusivo, el de aguzos.
Aguzos son las varitas de urz o brezo que se han secado, han perdido la corteza y queda la madera blanca. Se les enciende por la punta más delgada, que se pone hacia abajo. La llamita de fuego va calentando y disponiendo la madera que arde poco a poco, y proyecta aproximadamente la misma luz que un candil. Indudablemente el alumbrado de aguzos es el mismo sistema de teas que empleó el hombre prehistórico para ahuyentar las fieras y para pintar las paredes de la
cueva en que vivía.
El hilandero
La palabra significa una
reunión de personas hilando; pero así expuesta es un concepto helado y sin vida, significa algo más.
En las
noches largas de
invierno, la gente labradora apenas puede hacer nada en el
campo, ni cabe en su genio permanecer catorce horas en la cama. Emplea la velada en hilar, que es oficio de mujeres. El hilandero son las Cortes del lugar. El Parlamento, el
Casino, el punto en que se reúne la
juventud, vigilada y presidida por las canas de la vejez. En la cocina de una casa solariega se juntan las dueñas con sus hijas casaderas y más jóvenes, todas armadas de ruecas, huso y una canastilla con tarea laborable. Más tarde llegan los mozos entonando canciones, y entran respetuosos por atención a los amos y a las personas de edad. Se van sentando en los escaños, apretándose los demás para dejar hueco. Las mujeres, hilan de pie. Allí se habla de la guerra, y de otros negocios familiares; se cuentan cuentos llenos de filosofía; se proponen acertijos, se discurren y componen villancicos para la Misa de Gallo; se ensayan comedias y se conciertan matrimonios. Un montón de leña seca arde en medio del llar, chisporrotea alegremente y esparce su benéfico influjo sobre la multitud, que alrededor se apiña.
El hilandero, filandero o filandón, era en las aldeas del contorno el centro de estudios filosóficos, jurídicos, sociales, económicos, teológicos y medicinales: era la cátedra en que se estudiaban, con más o menos aprovechamiento, todas las disciplinas postescolares, todo lo que necesitaban saber los hombres y las mujeres para desenvolverse en el tiempo, y aún en la eternidad.
Notas sacadas de la Revista de Dialectología y
Tradiciones Populares, 1 (1945) 598 – 607, P. César Morán Bardón
LA SIEGA y MAJA DEL CENTENO
La última semana de julio, cuando las mieses estaban en sazón, comenzaba en Rosales la siega del centeno. A continuación comenzaba el acarreo de las mieses.
Carros cargados con manojos llegaban a las eras y se apilaban para formar las feijinas (medas).
Luego se iniciaba una de las labores más alegres y sociales del pueblo. Se acercaba el día de la maja. Días antes se hacían los baleos (escobas) y los codojos, se reparaban los rastros, los mayales y las forcas, se barría
la era...
Para realizar esta tarea se reunían varias
familias del pueblo. Los hombres extendían los manojos en la era y con el pertio (mayal), un grupo por un lado y otro por el otro golpeaban con fuerza y al unísono las espigas hasta separar el grano de la paja; ésta se ataba y se guardaba en los
pajares Y el grano, una vez separado de la poisa y restos de paja, se almacenaba en las
paneras, pequeños silos de madera.