Extractos de un articulo publicado con motivo de la beatificacion; basado en el escrito de un testigo, Luciano Rubio, que se salvó por estar en edad de mobilización:
De los 106 agustinos que se encontraban en El Escorial para elegir
nuevo prior, sólo estaban vivos 6 al cabo de cuatro meses. Varios de
los asesinados eran arabistas de primer orden (...) entre los 498
españoles que han sido beatificados en el Vaticano se encontraban 13
intelectuales, la mayoría arabistas, que constituían lo más granado de
los estudios hebraicos y arábigos en España. Fue una funesta
casualidad. El 18 de julio de 1936, ajenos a los avatares del mundo
terrenal, algo más de un centenar de monjes agustinos de El Escorial
se reunían para asistir a la toma de posesión del nuevo prior del
Monasterio. Cuatro meses después, de los 106 que fueron detenidos allí
sólo quedaban vivos 6.
Los trece han sido ahora beatificados por Roma, pero más allá del
cariz religioso de la masacre, con su muerte España retrocedió varios
siglos en la investigación semítica y arábiga. Los 13 intelectuales
españoles que perecieron fueron Mariano Revilla, Melchor Martínez
Antuña, Antonio García de la Fuente, Gerardo Gil, Benito Velasco,
Benito Alcalde, Sabino Rodrigo, Senén García, Benito Garnelo, Julián
Zarco, Conrado Rodríguez, Bernardino Alvarez Melcón y Samuel Pajares.
(...)
Aquel 18 de julio, terminada la ceremonia religiosa interna en el
monasterio de El Escorial, "llegó la noticia de que estaban ardiendo
los conventos de Madrid, y efectivamente, desde las ventanas de dicha
sala se veían varias columnas de humo ascender hacia el cielo. Corría
también la noticia de que una parte del Ejército se había alzado en
armas contra el Gobierno, sin más detalles de la verdadera situación
nacional", escribió Rubio. El alcalde de San Lorenzo de El Escorial
conminó a los reunidos a abandonar el real sitio mientras ellos
intentaban contactar con Azaña. El 5 de agosto, un policía que "se
portó con gran sagacidad y prudencia" los condujo en tres autocares a
la Dirección General de Seguridad y de ahí al Colegio San Antón. Pero
cuando creían que ya estaban salvados gracias al presidente de la
República, llegó lo inesperado: "Alguien con influencia en las esferas
del Gobierno dio la orden de fusilar a bastantes miles de presos
debidamente seleccionados. En nuestra prisión se establecieron siete
inicuos tribunales encargados de hacer la selección. Todos tuvimos que
pasar por ellos. Casi todos los que salvaron la vida pasaron por los
mismos tribunales, prueba de que sus miembros no eran asesinos, como
los otros, sino gente de conciencia que trataron de salvar la vida a
los que pudieron", concluye Rubio en un largo relato plagado de
anécdotas, muchas de ellas tragicómicas, sobre la larga espera que
sufrieron los que posteriormente iban a ser fusilados.
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