Del mal suceso que el valeroso Sr. G. tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura del pueblo de la “ñ”.
Era aún imberbe, pero todas las féminas de la Lomba bebían los vientos (e incluso las aguas) por el Sr. G.
Cuando el mismo bajaba con paso airoso a la feria de Riello, al pasar por los pueblos los ojos de estas seguían su caminar y los suspiros y lamentos cogían el hatillo y partían rumbo al río Negro, e incluso alguno había que subía al Pico de las Gallinas cuando el Sr. G., escopeta al hombro, faltriquera a la espalda y boina en la cabeza, enfilaba los campos de La Lomba en busca de piezas silvestres que situar en su punto de mira.
Pero el mismo puso sus ojos de mirada límpida en una moza del pueblo de la “ñ” a la cual llamaremos X.
No gustó esta decisión a los mozos de “ñ”, los cuales se confabularon para dar al traste con las ilusiones del Sr. G.
Cierto día y con ocasión de acudir el Sr. G, al pueblo de “ñ” con el fin de cortejar a su amada, se vio obligado a acceder al segundo piso de la casa, lugar en el que esta se hallaba (en su cuarto), pero claro, por la puerta no podía porque los padres no permitían este tipo de encuentros, al parecer porque consideraban que el Sr. G., no tenía la notabilidad suficiente para entroncarse con su querida hija.
Tras mucho discurrir y reflexionar, el Sr. G. encontró en las inmediaciones del domicilio unas escaladas de las que se apoderó, y tras fijarlas en la pared, justo a la altura de la ventana del cuarto, ni corto ni perezoso subió al primer piso con la diáfana intención de galantear a X.
Pero los tolondros de los mozos de “ñ”, al acecho desde hacía rato, tan pronto como observaron que el Sr. G, llegaba a la punta de las escaladas, que no de sus pensamientos, y cavilando que el mismo tenia la insana idea de introducirse en los aposentos con no se que ocultos propósitos, abullicaron las escaladas hasta dar con los huesos de nuestro héroe en tierra, viendo así el mismo frustradas sus intenciones por los celos y la envidia de unos individuos (por llamarlos de alguna forma) desalmados que dieron al traste con sus ilusiones en menos tiempo que tarda un niño en comerse una golosina.
Era aún imberbe, pero todas las féminas de la Lomba bebían los vientos (e incluso las aguas) por el Sr. G.
Cuando el mismo bajaba con paso airoso a la feria de Riello, al pasar por los pueblos los ojos de estas seguían su caminar y los suspiros y lamentos cogían el hatillo y partían rumbo al río Negro, e incluso alguno había que subía al Pico de las Gallinas cuando el Sr. G., escopeta al hombro, faltriquera a la espalda y boina en la cabeza, enfilaba los campos de La Lomba en busca de piezas silvestres que situar en su punto de mira.
Pero el mismo puso sus ojos de mirada límpida en una moza del pueblo de la “ñ” a la cual llamaremos X.
No gustó esta decisión a los mozos de “ñ”, los cuales se confabularon para dar al traste con las ilusiones del Sr. G.
Cierto día y con ocasión de acudir el Sr. G, al pueblo de “ñ” con el fin de cortejar a su amada, se vio obligado a acceder al segundo piso de la casa, lugar en el que esta se hallaba (en su cuarto), pero claro, por la puerta no podía porque los padres no permitían este tipo de encuentros, al parecer porque consideraban que el Sr. G., no tenía la notabilidad suficiente para entroncarse con su querida hija.
Tras mucho discurrir y reflexionar, el Sr. G. encontró en las inmediaciones del domicilio unas escaladas de las que se apoderó, y tras fijarlas en la pared, justo a la altura de la ventana del cuarto, ni corto ni perezoso subió al primer piso con la diáfana intención de galantear a X.
Pero los tolondros de los mozos de “ñ”, al acecho desde hacía rato, tan pronto como observaron que el Sr. G, llegaba a la punta de las escaladas, que no de sus pensamientos, y cavilando que el mismo tenia la insana idea de introducirse en los aposentos con no se que ocultos propósitos, abullicaron las escaladas hasta dar con los huesos de nuestro héroe en tierra, viendo así el mismo frustradas sus intenciones por los celos y la envidia de unos individuos (por llamarlos de alguna forma) desalmados que dieron al traste con sus ilusiones en menos tiempo que tarda un niño en comerse una golosina.
Amigo LIN, la historia no es del todo cierta, el señor G. si que uso las escaleras par galanterar ala moza, pero cuando salio apresuradamente las escaleras no estaban en el sitio adecuado y zas el señor G, para el medio del frejolar, pero como era un mozo bien curtido, se levnto como el aire y no paro de correr hasta que paso la COLLADA y se sintio a salvo de los mozos de la ñ.
Sr. Dany, con toda seguridad los de ñ llevaron a cabo la fea jugada de quitarle las escaladas al sr. G.: En eso estoy de acuerdo.
Si, ya que este comportamiento sigue la línea de otros parecidos para con los mozos del pueblo de Rosales, a los que invitaron a comer conejo (o liebre) al pueblo de "ñ", y cuando los estos llegaron les cerraron la puerta y no les dejaron pasar pese al hambre que llevaban con ellos.
Si que lo se señor LIN, esa noche la cena del conejo, creo que lo cenaron a la luz de los aguzos