En otra ocasión la raposa y el lobo habían matado, muy cerca de su guarida en el paraje denominado los Sumideros, una cabra que se había quedado rezagada comiendo brotes tiernos de centeno en las tierras del Oso.
La raposa usando sus malas mañas, pues ella tenía llena la panza, consigue que Xuan, el lobo de mirada triste, entierre la cabra al lado de unos robles para que la carne adquiera mejor sabor. Al día siguiente la comen los dos como buenos amigos.
Se acuestan en su madriguera de Ozoso y duermen los dos profundamente. Nuestra protagonista se levanta. Se estira perezosamente. Despierta a Xuan y se inventa el bautizo del hijo de una vecina.
—Comemos hoy la cabra –le dice el lobo con voz ronca.
—No, ahora que recuerdo, tengo que ir a un bautizo. La vecina, que vive en el Cueto, ha tenido un “nenu”, me ha invitado y no me lo perdonaría si falto —le dice la tramposa raposa.
Claro, no era verdad. Maruxiña se acerca a la cabra, la desentierra, se zampa una parte, la vuelve a meter en el agujero y la tapa con tierra. Duerme unas horas a la sombra de unas verdes escobas y a media tarde llega a su guarida.
— ¿Qué nombre le han puesto al retoño? —le pregunta el lobo.
—Principelo, —le contesta la raposa muy contenta.
Pasan el resto del día correteando entre brezos, retamas y codojos. Se acuestan al aparecer en el cielo las primeras estrellas. La raposa, con su estómago lleno, duerme a pierna suelta. Las tripas del lobo rugen y no duerme.
Nuestro protagonista se levanta muy temprano y para distraer el hambre canina, que le roe el hígado, da varias vueltas alrededor de la madriguera... La raposa se despierta. Estira sus perezosos músculos. Limpia sus pequeños ojuelos y se asea con su larga lengua su sedoso y fino pelaje.
—Maruxiña, vamos a comer hoy la cabra. Tengo mi panza vacía y no aguanto el hambre —le comenta el lobo con mirada de tonto.
— ¡Ay, no! ¡Hoy tampoco puede ser! Tengo que visitar a la vecina que vive en el Chano. Ésta ha tenido una preciosa “nena”. Ya te dije ayer que me había invitado al bautizo y, además, quiero conocer su guarida, —le dice la raposa de ojos tramposillos.
— ¡Bueno, bueno! ¡Mañana será! —comenta el lobo con voz resignada.
Nuestra astuta protagonista se acerca a la cabra, le da unos bocados, llena su panza y muy contenta, después de sestear a la sombra de unas urces, vuelve a su guarida cuando el sol se oculta tras el Cueto. Entra en la oscura madriguera. Encuentra a su compañero dormido. Se acurruca entre sus patas, pero Xuan se despierta.
— ¿Cómo se llama la “nena”? —le pregunta el lobo con voz apagada.
—Dimidela, —le contesta la raposa.
—Estoy muy cansada. La caminata ha sido muy larga. Tengo sueño y no estoy de humor para hablar —le dice Maruxiña.
Se acurruca al lado de su compañero y pensando en la argucia del día siguiente, se queda muy pronto dormida.
Muy temprano Xuan se despierta y le dice a Maruxiña: — ¡Ya no puedo más! ¡Vamos ahora mismo a comer la cabra!
—No, lo siento, hoy tampoco puede ser. Ahora me acuerdo, tengo otro bautizo. La raposa, que vive en Santa Colomba, ha tenido un “nenu” y me ha invitado —le dice Maruxiña.
—Se va a estropear la cabra y por el olor nuestros vecinos la pueden descubrir —le comenta Xuan.
—No te preocupes por eso. Hace fresco durante la noche y la carne no se estropea. Mañana estará deliciosa. Yo no puedo faltar al bautizo. Mi amiga no me lo perdonaría —añade la astuta raposa.
— ¡Bueno, bueno! ¡Vete, resistiré un día más esta hambre atroz! Buscaré algún tierno y sabroso topillo en los prados de Ozoso y roeré algunos huesos —balbucea Xuan entre dientes.
Nuestra protagonista se acerca a la cabra. La descubre y come lo que le había quedado y deja al rededor los huesos descarnados. Duerme durante todo el día guarecida entre unos robles y cuando la luna ilumina con sus débiles rayos los caminos, vuelve a su guarida.
— ¿Cómo le habéis puesto al “nenu”? —le pregunta Xuan.
—Acabelo. Y no me molestes. Quiero dormir. Siento frío. ¡Estoy muy, pero que muy cansada y no tengo ganas de hablar! —le dice la raposa.
—Acuéstate y yo te guareceré con mi cuerpo —le comenta el lobo.
Descansaron toda la noche. El lobo, acuciado por el hambre, se despertó pronto. Dio unas vueltas alrededor de la madriguera. Penetró en ella para despertar a Maruxiña. Le dio unos lametazos en el moro y, las cosquillas de su áspera lengua, le despertaron.
— ¡De hoy no pasa! ¡Vamos a comer ahora la cabra! —le dice Xuan.
— ¡Ahora mismo, compañero! —le contesta la raposa.
Se ponen en camino y llegan al lugar donde habían enterrado la cabra. La vista de los huesos descarnados le dejó helado a Xuan. El corazón se le encogió de rabia y las tripas le rugían con fuerza.
—Maruxiña, has sido tú cuando ibas a los bautizos ¡No me engañes! —le dice el lobo.
— ¡Cómo puedes pensar eso de mi! Durante muchos años he sido tu fiel compañera y nunca, nunca te he engañado, —exclama entre sollozos la raposa.
—Y, si no has sido tú ¿quien ha sido? —pregunta el lobo.
—Mientras yo acudía a los bautizos, has venido tú y has engullido la cabra —añadió con voz maliciosa Maruxiña.
—Mira mis tripas vacías. Mis ijares tocan el uno con el otro. Hace días que no he probado un bocado —le dice Xuan.
Estando en estas discusiones un ágil mastín, con muy malas pulgas, sorprende a nuestra pareja. Los dos salen disparados en distintas direcciones.
El perro se lanza tras la más débil, la raposa. Ambos corren, vuelan por las tierras del Oso abajo, al saltar un mato Maruxiña tropieza con unos arbustos y cae dando varias vueltas de campana y queda medio conmocionada. El perro llega. La agarra y descuartiza a dentelladas.
Y colorín, colorado... ¡Amiga zorra, donde las dan, las toman!
Fuente Jose y Santiago Otero Diez
La raposa usando sus malas mañas, pues ella tenía llena la panza, consigue que Xuan, el lobo de mirada triste, entierre la cabra al lado de unos robles para que la carne adquiera mejor sabor. Al día siguiente la comen los dos como buenos amigos.
Se acuestan en su madriguera de Ozoso y duermen los dos profundamente. Nuestra protagonista se levanta. Se estira perezosamente. Despierta a Xuan y se inventa el bautizo del hijo de una vecina.
—Comemos hoy la cabra –le dice el lobo con voz ronca.
—No, ahora que recuerdo, tengo que ir a un bautizo. La vecina, que vive en el Cueto, ha tenido un “nenu”, me ha invitado y no me lo perdonaría si falto —le dice la tramposa raposa.
Claro, no era verdad. Maruxiña se acerca a la cabra, la desentierra, se zampa una parte, la vuelve a meter en el agujero y la tapa con tierra. Duerme unas horas a la sombra de unas verdes escobas y a media tarde llega a su guarida.
— ¿Qué nombre le han puesto al retoño? —le pregunta el lobo.
—Principelo, —le contesta la raposa muy contenta.
Pasan el resto del día correteando entre brezos, retamas y codojos. Se acuestan al aparecer en el cielo las primeras estrellas. La raposa, con su estómago lleno, duerme a pierna suelta. Las tripas del lobo rugen y no duerme.
Nuestro protagonista se levanta muy temprano y para distraer el hambre canina, que le roe el hígado, da varias vueltas alrededor de la madriguera... La raposa se despierta. Estira sus perezosos músculos. Limpia sus pequeños ojuelos y se asea con su larga lengua su sedoso y fino pelaje.
—Maruxiña, vamos a comer hoy la cabra. Tengo mi panza vacía y no aguanto el hambre —le comenta el lobo con mirada de tonto.
— ¡Ay, no! ¡Hoy tampoco puede ser! Tengo que visitar a la vecina que vive en el Chano. Ésta ha tenido una preciosa “nena”. Ya te dije ayer que me había invitado al bautizo y, además, quiero conocer su guarida, —le dice la raposa de ojos tramposillos.
— ¡Bueno, bueno! ¡Mañana será! —comenta el lobo con voz resignada.
Nuestra astuta protagonista se acerca a la cabra, le da unos bocados, llena su panza y muy contenta, después de sestear a la sombra de unas urces, vuelve a su guarida cuando el sol se oculta tras el Cueto. Entra en la oscura madriguera. Encuentra a su compañero dormido. Se acurruca entre sus patas, pero Xuan se despierta.
— ¿Cómo se llama la “nena”? —le pregunta el lobo con voz apagada.
—Dimidela, —le contesta la raposa.
—Estoy muy cansada. La caminata ha sido muy larga. Tengo sueño y no estoy de humor para hablar —le dice Maruxiña.
Se acurruca al lado de su compañero y pensando en la argucia del día siguiente, se queda muy pronto dormida.
Muy temprano Xuan se despierta y le dice a Maruxiña: — ¡Ya no puedo más! ¡Vamos ahora mismo a comer la cabra!
—No, lo siento, hoy tampoco puede ser. Ahora me acuerdo, tengo otro bautizo. La raposa, que vive en Santa Colomba, ha tenido un “nenu” y me ha invitado —le dice Maruxiña.
—Se va a estropear la cabra y por el olor nuestros vecinos la pueden descubrir —le comenta Xuan.
—No te preocupes por eso. Hace fresco durante la noche y la carne no se estropea. Mañana estará deliciosa. Yo no puedo faltar al bautizo. Mi amiga no me lo perdonaría —añade la astuta raposa.
— ¡Bueno, bueno! ¡Vete, resistiré un día más esta hambre atroz! Buscaré algún tierno y sabroso topillo en los prados de Ozoso y roeré algunos huesos —balbucea Xuan entre dientes.
Nuestra protagonista se acerca a la cabra. La descubre y come lo que le había quedado y deja al rededor los huesos descarnados. Duerme durante todo el día guarecida entre unos robles y cuando la luna ilumina con sus débiles rayos los caminos, vuelve a su guarida.
— ¿Cómo le habéis puesto al “nenu”? —le pregunta Xuan.
—Acabelo. Y no me molestes. Quiero dormir. Siento frío. ¡Estoy muy, pero que muy cansada y no tengo ganas de hablar! —le dice la raposa.
—Acuéstate y yo te guareceré con mi cuerpo —le comenta el lobo.
Descansaron toda la noche. El lobo, acuciado por el hambre, se despertó pronto. Dio unas vueltas alrededor de la madriguera. Penetró en ella para despertar a Maruxiña. Le dio unos lametazos en el moro y, las cosquillas de su áspera lengua, le despertaron.
— ¡De hoy no pasa! ¡Vamos a comer ahora la cabra! —le dice Xuan.
— ¡Ahora mismo, compañero! —le contesta la raposa.
Se ponen en camino y llegan al lugar donde habían enterrado la cabra. La vista de los huesos descarnados le dejó helado a Xuan. El corazón se le encogió de rabia y las tripas le rugían con fuerza.
—Maruxiña, has sido tú cuando ibas a los bautizos ¡No me engañes! —le dice el lobo.
— ¡Cómo puedes pensar eso de mi! Durante muchos años he sido tu fiel compañera y nunca, nunca te he engañado, —exclama entre sollozos la raposa.
—Y, si no has sido tú ¿quien ha sido? —pregunta el lobo.
—Mientras yo acudía a los bautizos, has venido tú y has engullido la cabra —añadió con voz maliciosa Maruxiña.
—Mira mis tripas vacías. Mis ijares tocan el uno con el otro. Hace días que no he probado un bocado —le dice Xuan.
Estando en estas discusiones un ágil mastín, con muy malas pulgas, sorprende a nuestra pareja. Los dos salen disparados en distintas direcciones.
El perro se lanza tras la más débil, la raposa. Ambos corren, vuelan por las tierras del Oso abajo, al saltar un mato Maruxiña tropieza con unos arbustos y cae dando varias vueltas de campana y queda medio conmocionada. El perro llega. La agarra y descuartiza a dentelladas.
Y colorín, colorado... ¡Amiga zorra, donde las dan, las toman!
Fuente Jose y Santiago Otero Diez
.... Maruxiña... este término lo escuché de niña muchas veces en Valparaíso, al padre de una amiga mía... era catalán, no recuerdo lo que significaba... nombre no era porque nadie en esa casa se llamaba así. También recuerdo unos versos que mi padre cantaba y que si no me falla la memoria... decían algo así: "maruxiña por diu dame un bechu que tanto chiqueuru que ya no me explicu".... no creo que esté bien escrito... pero sonaba más o menos parecido...
Saludos
Saludos