José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS DONJUANES SIN REMEDIO”
(JUGUETE CÓMICO)
Este juguete cómico fue estrenado durante el curso 2009-2010 por los alumnos de 3º de Diversificación del IESO Puente de Domingo Flórez.
MARCELINO: ¿Qué os ocurre, mi señor,
Que os miro triste y vencido?
Decidme lo sucedido,
Si así os encontráis mejor.
DON MARCOS: Que me abrasa este dolor
Que arde dentro de mi pecho,
Quemándome, sin derecho,
Quebrando toda esperanza.
MARCELINO: Conozco yo tal mudanza,
Y es amor, si no es despecho.
DON MARCOS: Amor es, te lo aseguro,
Mas me han dicho, Marcelino,
Que es este un duro destino
Y el más prodigioso apuro.
MARCELINO: Que eso es amor, os lo juro:
Solamente los amantes
Lloran y gimen, errantes,
Como soléis estos días,
Mezclando mil alegrías
A tristezas inconstantes.
DON MARCOS: Podrán, entre los mejores,
Los médicos de su oficio
Curar con virtud el vicio
Que me llena de dolores.
MARCELINO: No curan el mal de amores
Los médicos, señor mío,
Pues sólo está al albedrío
De las viejas celestinas.
DON MARCOS: Malamente me encaminas.
MARCELINO: Habéis de pensarlo en frío.
DON MARCOS: No he de pensar, que no quiero
Perder un dolor tan vivo
En que el espíritu esquivo
Se diluye en el sendero.
Escucha bien lo que espero
De tu fe siempre tan buena:
Llevarás una azucena
A mi dueña y mis señora
Del servidor que la adora.
MARCELINO: Parecéis un alma en pena.
DON MARCOS: Y escribiré en una carta
El verso más halagüeño,
Para que ceda a mi empeño
O el corazón se me parta.
MARCELINO: ¿Quién es ella?
DON MARCOS: Doña Marta
De la Fuente y Castroviejo,
Alma pura, claro espejo
Que en arroyo se convierte
Cuando en el agua se vierte
Su hermosura y su reflejo.
Las llamas más encendidas
Hallarás en su mirada,
Su blanca piel hechizada
Por auroras repetidas,
Sus melenas suspendidas
A los caprichos del viento,
Y bello será el momento
De que entregues el recado
Que manda un enamorado
Que de amor vive sediento.
Escena II: DON MARCOS se retira por la puerta que conduce a las habitaciones. Queda sólo MARCELINO, rascándose el cogote y mirando a su amo, ya tras la puerta, con extrañeza. Entonces entra DOÑA CAROLINA, acompañada de DOÑA FERMINA, y de CRISPÍN.
CAROLINA: Buenos días, Marcelino.
¿No está tu señor en casa?
MARCELINO: En casa está.
CAROLINA: ¿Qué le pasa,
Que huyó de mí en el camino?
MARCELINO: Llegó temprano y mohíno,
Con un gran abatimiento.
FERMINA: Será el enamoramiento
Que dice tener el hombre.
CRISPÍN: En un conde no os asombre,
Que son todo sentimiento.
MARCELINO: Raros son estos señores,
Que sí que es rara prudencia
Querer hallar indulgencia
En mil negocios de amores.
CRISPÍN: Yo serví ya a amos mejores
En tiempos no muy lejanos,
Y siempre los hallé ufanos
Del dolor más encendido,
Mientras yo estoy complacido
Con sentimientos livianos.
FERMINA: Dejad ya tanta imprudencia,
Que no sabéis de qué habláis.
Los plebeyos nunca amáis,
Que es el amor noble esencia.
CRISPÍN: Esencia sí, mas sin ciencia,
Noble también, a fe mía,
Pero yo, de día en día,
Quiero más un buen chorizo
Que el suspiro antojadizo
De amor y melancolía.
MARCELINO: Tenéis razón y argumento.
FERMINA: No maldigas el amor,
Que, aunque fuente de dolor,
Es un alto sentimiento.
CRISPÍN: Como el ajo y el pimiento
Que come quien bien cocina.
Perdonad, doña Fermina,
Pero soy hombre plebeyo.
CAROLINA: Desconocéis lo más bello
A lo que el alma se inclina.
MARCELINO: No es el amor un regalo
Que descienda desde el cielo,
Que siento siempre ese duelo
En mi dueño como malo.
CRISPÍN: Es el amor intervalo
De terribles pesadillas
Para quien las zancadillas
De Cupido ha recibido,
Y, a cambio yo, en el olvido
Del hambre siento cosquillas.
Tiene el cura un libro hermoso,
No hace mucho publicado,
De un autor innominado,
Sobre un pícaro jocoso.
CAROLINA: (Aclarándoselo a Fermina:)
Este Lázaro dichoso,
Que servía con esmero
A un amo que era escudero
Miserable y orgulloso.
FERMINA: Llama a tu amo de una vez,
Que estoy de esperar cansada.
DON MARCOS: (desde dentro:)
Ahora voy, no tardo nada.
CAROLINA: ¡Pero qué desfachatez!
Me parece una idiotez
Querer razonar con vos.
Salid de una vez, por Dios,
Que contengo mi coraje.
MARCELINO: Ahora saldrá.
FERMINA: ¡Un ultraje!
FERMINA: (A Carolina)
Déjalo aquí y dile adiós.
Escena III: Sale DON MARCOS atemorizado, dispuesto a que lo llenen de reproches. Ellas mantienen una actitud seria y los dos criados se ríen.
DON MARCOS: He de deciros, señora,
Que más que el sol sois divina,
Mi señora Carolina,
Luz que la aurora atesora.
CAROLINA: Dejad vos en paz la aurora
Y contestad claramente.
FERMINA: Jurasteis amor ardiente
A mi ahijada Carolina.
DON MARCOS: Y sabed, doña Fermina,
Que llena siempre mi mente:
Ella es la clara mañana
Que reluce con el día,
Ella es la flor que nacía
Al llegar la hora temprana.
Con el alba soberana
Se me llena el pensamiento
De este amor que es mi contento.
FERMINA: Y la veis y la esquiváis
Y de su presencia os vais.
DON MARCOS: ¿Decís acaso que miento?
FERMINA: Vuestra promesa de amor
Fue tan sólo una falacia.
CAROLINA: Ha sido buena la gracia
Que habéis tenido, señor,
Pero a costa de mi honor
No es prudente hacer el juego:
Será el miedo vuestro fuego
Cuando la espada de plata
De mi padre el aire bata.
DON MARCOS: (Acobardado)
En fin, dejadlo, os lo ruego.
FERMINA: (Moviéndose violenta)
¿No prometisteis amores
A una doncella inocente?
Caballero, sed valiente,
Como debéis los señores.
Siempre pidiendo favores
Os alegráis los don juanes,
Prendiendo fuertes volcanes
En un pecho de mujer.
Pero habéis de responder.
DON CARLOS: Sobran esos ademanes.
FERMINA: Decid si no amáis a Marta.
DON MARCOS: ¿A Marta yo?
CAROLINA: Sed sincero,
Si es que sois un caballero.
DON MARCOS: ¡Pero, mal rayo me parta!
En esto se le cae a DON MARCOS la carta que estaba escribiendo, y que tenía oculta en sus ropajes.
CRISPÍN: Mirad eso. Es una carta.
FERMINA: Veremos ahora que escribe
El que tanto amor recibe
De la mujer que traiciona.
FERMINA recoge la carta del suelo y se la entrega a su ahijada, que la lee en voz alta.
CAROLINA: “Un claro amor os corona
Y sólo un dios os concibe:
Amor, si vos sois mi suerte,
Doña Marta Castroviejo,
Alma pura, claro espejo
Que en arroyo se convierte
Cuando en el agua se vierte
Su hermosura y su razón;
El alma y el corazón
Juro que a gusto entregara.”
MARCELINO (Al público):
Vaya la que se prepara.
DON MARCOS: Mas qué aciaga situación.
Escena IV:
DON MARCOS huye despavorido, sin tomar su sombrero ni su capa, de modo que su cobardía se hará mas evidente para la risa de los demás.
FERMINA: Qué cobardes los marqueses
De elegantes ademanes.
CAROLINA: Solamente unos don juanes.
MARCELINO: Viven con tantos reveses…
CAROLINA: Me juró amor ha unos meses,
Rizando el mar que se riza.
CRISPÍN: Siempre el amor en la liza,
Han de meterse en un brete.
(Dicho al público)
Y hasta aquí nuestro sainete,
Pues esto ya finaliza.
Telón
“LOS DONJUANES SIN REMEDIO”
(JUGUETE CÓMICO)
Este juguete cómico fue estrenado durante el curso 2009-2010 por los alumnos de 3º de Diversificación del IESO Puente de Domingo Flórez.
MARCELINO: ¿Qué os ocurre, mi señor,
Que os miro triste y vencido?
Decidme lo sucedido,
Si así os encontráis mejor.
DON MARCOS: Que me abrasa este dolor
Que arde dentro de mi pecho,
Quemándome, sin derecho,
Quebrando toda esperanza.
MARCELINO: Conozco yo tal mudanza,
Y es amor, si no es despecho.
DON MARCOS: Amor es, te lo aseguro,
Mas me han dicho, Marcelino,
Que es este un duro destino
Y el más prodigioso apuro.
MARCELINO: Que eso es amor, os lo juro:
Solamente los amantes
Lloran y gimen, errantes,
Como soléis estos días,
Mezclando mil alegrías
A tristezas inconstantes.
DON MARCOS: Podrán, entre los mejores,
Los médicos de su oficio
Curar con virtud el vicio
Que me llena de dolores.
MARCELINO: No curan el mal de amores
Los médicos, señor mío,
Pues sólo está al albedrío
De las viejas celestinas.
DON MARCOS: Malamente me encaminas.
MARCELINO: Habéis de pensarlo en frío.
DON MARCOS: No he de pensar, que no quiero
Perder un dolor tan vivo
En que el espíritu esquivo
Se diluye en el sendero.
Escucha bien lo que espero
De tu fe siempre tan buena:
Llevarás una azucena
A mi dueña y mis señora
Del servidor que la adora.
MARCELINO: Parecéis un alma en pena.
DON MARCOS: Y escribiré en una carta
El verso más halagüeño,
Para que ceda a mi empeño
O el corazón se me parta.
MARCELINO: ¿Quién es ella?
DON MARCOS: Doña Marta
De la Fuente y Castroviejo,
Alma pura, claro espejo
Que en arroyo se convierte
Cuando en el agua se vierte
Su hermosura y su reflejo.
Las llamas más encendidas
Hallarás en su mirada,
Su blanca piel hechizada
Por auroras repetidas,
Sus melenas suspendidas
A los caprichos del viento,
Y bello será el momento
De que entregues el recado
Que manda un enamorado
Que de amor vive sediento.
Escena II: DON MARCOS se retira por la puerta que conduce a las habitaciones. Queda sólo MARCELINO, rascándose el cogote y mirando a su amo, ya tras la puerta, con extrañeza. Entonces entra DOÑA CAROLINA, acompañada de DOÑA FERMINA, y de CRISPÍN.
CAROLINA: Buenos días, Marcelino.
¿No está tu señor en casa?
MARCELINO: En casa está.
CAROLINA: ¿Qué le pasa,
Que huyó de mí en el camino?
MARCELINO: Llegó temprano y mohíno,
Con un gran abatimiento.
FERMINA: Será el enamoramiento
Que dice tener el hombre.
CRISPÍN: En un conde no os asombre,
Que son todo sentimiento.
MARCELINO: Raros son estos señores,
Que sí que es rara prudencia
Querer hallar indulgencia
En mil negocios de amores.
CRISPÍN: Yo serví ya a amos mejores
En tiempos no muy lejanos,
Y siempre los hallé ufanos
Del dolor más encendido,
Mientras yo estoy complacido
Con sentimientos livianos.
FERMINA: Dejad ya tanta imprudencia,
Que no sabéis de qué habláis.
Los plebeyos nunca amáis,
Que es el amor noble esencia.
CRISPÍN: Esencia sí, mas sin ciencia,
Noble también, a fe mía,
Pero yo, de día en día,
Quiero más un buen chorizo
Que el suspiro antojadizo
De amor y melancolía.
MARCELINO: Tenéis razón y argumento.
FERMINA: No maldigas el amor,
Que, aunque fuente de dolor,
Es un alto sentimiento.
CRISPÍN: Como el ajo y el pimiento
Que come quien bien cocina.
Perdonad, doña Fermina,
Pero soy hombre plebeyo.
CAROLINA: Desconocéis lo más bello
A lo que el alma se inclina.
MARCELINO: No es el amor un regalo
Que descienda desde el cielo,
Que siento siempre ese duelo
En mi dueño como malo.
CRISPÍN: Es el amor intervalo
De terribles pesadillas
Para quien las zancadillas
De Cupido ha recibido,
Y, a cambio yo, en el olvido
Del hambre siento cosquillas.
Tiene el cura un libro hermoso,
No hace mucho publicado,
De un autor innominado,
Sobre un pícaro jocoso.
CAROLINA: (Aclarándoselo a Fermina:)
Este Lázaro dichoso,
Que servía con esmero
A un amo que era escudero
Miserable y orgulloso.
FERMINA: Llama a tu amo de una vez,
Que estoy de esperar cansada.
DON MARCOS: (desde dentro:)
Ahora voy, no tardo nada.
CAROLINA: ¡Pero qué desfachatez!
Me parece una idiotez
Querer razonar con vos.
Salid de una vez, por Dios,
Que contengo mi coraje.
MARCELINO: Ahora saldrá.
FERMINA: ¡Un ultraje!
FERMINA: (A Carolina)
Déjalo aquí y dile adiós.
Escena III: Sale DON MARCOS atemorizado, dispuesto a que lo llenen de reproches. Ellas mantienen una actitud seria y los dos criados se ríen.
DON MARCOS: He de deciros, señora,
Que más que el sol sois divina,
Mi señora Carolina,
Luz que la aurora atesora.
CAROLINA: Dejad vos en paz la aurora
Y contestad claramente.
FERMINA: Jurasteis amor ardiente
A mi ahijada Carolina.
DON MARCOS: Y sabed, doña Fermina,
Que llena siempre mi mente:
Ella es la clara mañana
Que reluce con el día,
Ella es la flor que nacía
Al llegar la hora temprana.
Con el alba soberana
Se me llena el pensamiento
De este amor que es mi contento.
FERMINA: Y la veis y la esquiváis
Y de su presencia os vais.
DON MARCOS: ¿Decís acaso que miento?
FERMINA: Vuestra promesa de amor
Fue tan sólo una falacia.
CAROLINA: Ha sido buena la gracia
Que habéis tenido, señor,
Pero a costa de mi honor
No es prudente hacer el juego:
Será el miedo vuestro fuego
Cuando la espada de plata
De mi padre el aire bata.
DON MARCOS: (Acobardado)
En fin, dejadlo, os lo ruego.
FERMINA: (Moviéndose violenta)
¿No prometisteis amores
A una doncella inocente?
Caballero, sed valiente,
Como debéis los señores.
Siempre pidiendo favores
Os alegráis los don juanes,
Prendiendo fuertes volcanes
En un pecho de mujer.
Pero habéis de responder.
DON CARLOS: Sobran esos ademanes.
FERMINA: Decid si no amáis a Marta.
DON MARCOS: ¿A Marta yo?
CAROLINA: Sed sincero,
Si es que sois un caballero.
DON MARCOS: ¡Pero, mal rayo me parta!
En esto se le cae a DON MARCOS la carta que estaba escribiendo, y que tenía oculta en sus ropajes.
CRISPÍN: Mirad eso. Es una carta.
FERMINA: Veremos ahora que escribe
El que tanto amor recibe
De la mujer que traiciona.
FERMINA recoge la carta del suelo y se la entrega a su ahijada, que la lee en voz alta.
CAROLINA: “Un claro amor os corona
Y sólo un dios os concibe:
Amor, si vos sois mi suerte,
Doña Marta Castroviejo,
Alma pura, claro espejo
Que en arroyo se convierte
Cuando en el agua se vierte
Su hermosura y su razón;
El alma y el corazón
Juro que a gusto entregara.”
MARCELINO (Al público):
Vaya la que se prepara.
DON MARCOS: Mas qué aciaga situación.
Escena IV:
DON MARCOS huye despavorido, sin tomar su sombrero ni su capa, de modo que su cobardía se hará mas evidente para la risa de los demás.
FERMINA: Qué cobardes los marqueses
De elegantes ademanes.
CAROLINA: Solamente unos don juanes.
MARCELINO: Viven con tantos reveses…
CAROLINA: Me juró amor ha unos meses,
Rizando el mar que se riza.
CRISPÍN: Siempre el amor en la liza,
Han de meterse en un brete.
(Dicho al público)
Y hasta aquí nuestro sainete,
Pues esto ya finaliza.
Telón