Perviven las de carácter religioso por encima de otras que estaban asociadas a las labores del
campo.
La
matanza del gocho, era un acontecimiento familiar que se extendía a vecinos y
amigos, era una
fiesta que los niños disfrutábamos de modo especial aunque a algunos nos asustaban y dolían los gritos del pobre y buen animal destinado a cubrir necesidades alimentarias grandes en aquellas épocas.
El pasacalles en la fiesta grande patronal como diana festiva, en la que los vecinos obsequiaban a los músicos y los mozos con licores caseros y dulces artesanos que sentaban bien a esas horas matineras.
La representación del auto de los "REYES MAGOS", los de
San Justo, famosos por su vistosidad, en la comarca.
El AGUINALDO párroco, la mañana de Reyes, era siempre una enorme naranja, que los niños recibíamos como un pequeño tesoro.
La corrida de cintas, a
caballo o en
bicicleta del día de la fiesta.
Las
procesiones de siempre con los
santos y
estandartes, en las que todo el
pueblo acudía en masa, del mayor al más chico.
El engalanado de las
calles el día del
Corpus Christi y los
altares, donde se colocaban los recien nacidos y bebés, para que el Señor los bendijera y los
balcones adornados con hermosos colgantes, solían ser colchas especiales, para el momento.
La MANTA de cuadros de
colores, que era la que se usaba el día de fiesta, todos los hombres las lucían en misa mayor.
La CAPA NEGRA majestuosa y herencia de padres a hijos, hoy perdida.
El Mantón de las mujeres, negro y de tacto suave, envolvía su figura y le daba un calorcito delicioso en ambientes gélidos,
casas gélidas e
iglesias gélidas.
EL DOMINGO TORTILLERO, fiesta familiar, se hablaba a los niños de ir a "correr la tortilla", antes de la
Semana Santa.
Comida campestre, en San Justo, el lugar eran las
cuevas o
bodegas, se comía al aire libre, sobre el suelo. No faltan la tortilla y los huevos duros con aceite y pimentón. El vino de la cosecha y los dulces elaborados por las señoras de
casa, señoras de nuestros corazones y reinas de la casa, nuestras MADRES, ABUELAS y TÍAS.
El
juego de pelota a mano, era muy típico, a la salida de misa los domingos habia partido. El
frontón restaurado e inaugurado hace ya unos cuantos años, es el símbolo de esta
tradición. Hoy, apenas se juega, sólo en la fiesta mayor algún año que otro.
La Semana Santa se celebraba con mucha solemnidad. Como saben el Viernes
Santo las
campanas, grandes y pequeñas enmudecían y para llamar a los oficios utilizábamos las matracas y carracas, un tropel de niños y niñas recorría las calles del pueblo llamando a la oración.
Una de las
costumbres que más me impresionaba, era la Adoración de la
cruz este mismo día, en los oficios. Se hacía, acercándose de rodillas y habiéndose sacado los zapatos o zapatillas, se avanzaba desde los distintos ángulos de la
iglesia hasta besar la cruz que se hallaba colocada sobre una almohadilla en el suelo, no recuerdo que los mayores, fueran de pie.
Por la
noche, se hacía el Rosario de la Buena Muerte, procesionando, algunas personas descalzas, por las calles. Se cantaba con toda solemnidad y devoción a todos los misterios los misterios del rosario, lo cantaba un
coro de hombres, (el Encuentro eran las mujeres) el pueblo contestaba: Danos Señor buena muerte, por tu santisima muerte..
El Domingo de Pascua por la mañana, dos
coros cantaban el encuentro. La
Virgen del Rosario con sus mejores galas, y eran buenas, sus
mantos, el de luto negro y el de gala,
bordado en oro y plata, el rosario y la mejor corona salía al encuentro de Jesús. resucitado. Ambos eran portados hasta encontrarse en el crucero, frente a la
ermita, allí dos coros entonaban alternándose el canto del Encuentro.
Algún verso dice: -Buenos días, Virgen pura, madre del Divino Verbo, qué haces ahí por esas calles cubierta de velo negro. -Voy en busca de mi hijo que me han dicho que es muy cierto, que ayer tarde lo han prendido, escribas y fariseos.
Este día, en el pueblo se hacían unas rosquillas, de pascua, así se llamaban, planas, como un aro que podías colocarte como brazalete, en mi
familia las hacía la abuela Tomasa, y estaban riquísimas, era el regalo que nos hacía ella, de manera muy especial. Todo en aquella época, suponía un esfuerzo, se agotaban las materias primas y había que distribuirlas, para solemnizar las
fiestas. (Huevos, azúcar y aceite eran un lujo y se administraba sabiamente)
LA
FERIA de San Martín de Tours, SANMARTINO, la llamábamos cuando yo era niña. La gran feria, todas las chicas y chicos del pueblo, esperábamos el regreso de nuestros padres. Solían venir con
ganado nuevo, después de haber vendido crias si había habido suerte. Esperábamos en el cruce de
camino y siempre había algo extraordinario: lápiceros nuevos, pizarra y pizarrines, algún cuaderno, y las "
piedras" me parecían mágicas, eran tan iguales que casi dudabas de meterlas en la boca, pero recuerdo aquella sensación agradablemente dulce. Este momento hacía olvidar el frío en los pies, los sabañones que poblaban tu cuerpo, dedos de manos y pies y algunos hasta las orejas, esa noche no picaban o mordían como se dice en
León. Era como una noche de Reyes. El frío invernal, la
lluvia y el barro que nos calaban, la
nieve que algunos años ya había hecho acto de presencia copiosamente. Parece que fue ayer, un ayer que recreo en estos apuntes que seguro muchos de los que entréis suscribiréis sin duda. Os acordáis de algo más? Creo que hasta encendíamos
hogueras? alguien me lo confirma, recuerdo vagamente este detalle.