Las dueñas de
San Miguel ejercían el señorío jurisdiccional y territorial dentro de un coto monástico definido por la infanta D. Sancha. Atrajeron repobladores campesinos y acrecentaron su patrimonio, en tierras bercianas y también por la
cuenca del Órbigo, el Eria y el Tera, fijando la administración del abadengo. Las Bernardas gozaron de la protección regia desde tiempos de Fernando III el
Santo.