Nadie está conforme con lo que la vida le dá. A los que nos toca vivir en una gran ciudad, la tranquilidad es algo que añoramos. Por un lado estamos cerca de todo y tenemos todo al alcance de la mano, pero ¿quien no disfrutaría de poder sentarse en la puerta de su casa o caminar por el medio de la calle, o compartir una comida con todo el pueblo? Son placeres de la vida que la urbanización te roba, pero que el hombre sigue necesitando.