El Negrillo: Refugio de los pardales ante el tirachinas o ramal, (que de las dos formas le llamábamos) allí ya no llegaban las piedras con que intentábamos cazarlos. Desde allá arriba, ellos se reían de nosotros. Reserva de madera para hacer las horquetas, con sus retoños y sobre todo, abuelo del valle, icono de las eras de abajo, vigilante del Potro, otero para los pájaros y su lugar de tertulia en la mañana temprano, y, al caer la tarde, los silbidos de los tordos y el piar de los pardales atronaba el silencio de Carre los Huertos y desde el allí en vuelo raudo, al huerto de la Señorita o al palomar de Jerónimo y a beber agua a la fuente, que hoy también añora los buenos tiempos.