SANTA CRISTINA DE VALMADRIGAL: silencio de la noche, huérfana del susurro del viento...

silencio de la noche, huérfana del susurro del viento e incluso del suspirar de la brisa.
Calma toda era la noche, mas, calma huérfana de quehaceres, sin olor de mies trillada. Y se sentó el viejo loco, la espalda recostada en la pared de la caseta, (cuantas noches agosteñas había vigilado el pasar de las estrellas, tendido junto a ella o al lado de las parvas, solo o en grupo, esperando al amanecer para reanudar la lucha contra el reló) y la mano sujetando la cabeza ladeada, los párpados cerrados, eran la pantalla en que se proyectaba la película de su vida, gastada ya en otras batallas, muchas perdidas y pocas ganadas…. y lloró…y lloró por el tiempo pasado, porque lo había perdido, porque el sueño que llenó su alma y mantuvo su ilusión durante aquellos años, se había convertido en un fantasma que le gritaba: idiota, idiota, tonto, te creías que hoy era ayer, que el tiempo se pararía a esperarte, que solo tú avanzabas y así le ganarías la partida y fue él quien te ha vencido, pues le diste tu vida a cambio de esa quimera y ahora te ves viejo y cansado, vencido por una desilusión y arrojado al sitio donde el olvido lo cubre todo con un manto de silencio. Y recordó también los amigos que dijeron serlo y que justo esta misma mañana mientras celebraban seguir siéndolo con una mueca de sonrisa en los labios, vio como el desprecio se asomaba a sus ojos y como la mano que le estrechaba la suya, estaba fría, muy fría y seca, ¡ya no transmitía calor ni cariño! Más que mano, le pareció una garra.