SANTA CRISTINA DE VALMADRIGAL: encima de la repisa, para que haga bonito, y olvídate...

encima de la repisa, para que haga bonito, y olvídate de él.

El viejo parece rendido a la cruda realidad. Nada es igual, el tiempo se fue y el mío terminando está, de aquí fui y de allá no soy, en el aire de la noche se mezclan, suspiros de nostalgia, sollozos de rabia, lágrimas de impotencia, comprensión de la realidad, que a la luz de la luna llena se muestra dura, muy dura. Volver a casa, a la casa donde te esperan los tuyos y ocultar la tragedia, tu patria chica ya no te reconoce, es más, te expulsó. El silencio de la cálida noche de verano que se extiende cubriendo la vida, solo es roto por algún esporádico grito de las lechuzas que vuelan en el entorno del campanario, y se reflejan con algún punto de luz mientras en vuelo silencioso, buscando una presa, se alejan del pueblo hacia el campo.

Bajando la calle llega a la iglesia y se para a contemplarla; allá, en los portales, cuando niño, cuantas peleas, cuantas aventuras, cuanto frío, tardes de catequesis, noches de rosario y, los días de nieve, las peleas a bolazos y las manos congeladas. Cuantos domingos que al salir de misa llovía y se quedaba jugando con los otros niños y escuchando las conversaciones de los viejos que contaban historias. ¡Qué historias tan bien contadas! Parecía vivir en ellas la realidad, toda la fantasía infantil se desplegaba viviendo en ellas.
Adiós recuerdos de infanda y adolescencia, si es que en nuestro tiempo había adolescencia. Adiós vida feliz, adiós sueños, adiós amores, adiós amigos, adiós sol, aire, calor y frío, días de fiesta con repicar de campanas y otros días que doblaban a muerto, adiós iglesia y cementerio, escuela y juegos, amigos a los que quise y quiero, adiós sueños, adiós, mañana me iré y os llevaré conmigo como trofeos, que aunque también quisieran arrebataros sois míos por derecho.