Cuando veo y escucho cómo la gente hoy piensa celebrar las fiestas navideñas, me viene a la memoria, no sé si un recuerdo o un sueño, pero os lo quiero contar, más que nada por si alguien me puede confirmar que sí es un recuerdo, por el hecho de él haber vivido algo similar.
Eran unas noches muy frías en la calle, pero en casa había un calor intenso, en la cocina económica?, no sé qué calor era, pero la casa estaba caliente, algo no habitual por aquellos años, y otro calor que hoy puedo decir que era el calor humano, creo que antes se decía que era el amor de la familia y la amistad, ese calor si que era intenso; recuerdo una Noche Buena o Noche Vieja, pues se celebraban las dos con intensidad, yo era muy pequeño, cuatro o cinco años, no más, pero recuerdo haber estado encandilado por los gritos de alegría, las risas altas y francas, alegres, espontáneas, el hablar ruidoso, el entrar gente en casa, y cuando a mi me parecía que ya no cabría más por estar todo lleno, llamaban a la puerta y entraba más gente, parientes o amistades, vecinos, de todo había, y niños, y jugábamos a algo, pero lo importante no eran los juegos nuestros si no el juego de cartas que hacían los mayores, con una baraja con muchísimas cartas, quizá eran dos juntas, y las jugadas se acompañaban con golpes encima de la mesa, y risotadas y alharaca por parte de quienes ganaban la mano, así como de los espectadores que se posicionaban casi siempre a favor de quien era más arriesgado y encima ganaba.
Claro que era importante ganar, pues quienes perdían habían de pagar chocolate y quizá galletas que iban a comprar a casa de Pascua, (siempre dispuesta al servicio de la gente del pueblo, no importaba la hora, ni si se había de levantar de la cama a hora intempestiva) y quienes ganaban, o las espectadoras lo hacían no sé si con leche o con agua, “negro” y allí al parecer el disfrute era total. Yo por culpa del sueño que me ponía enormes pesos en los párpados, nunca presencié esos momentos, pero me alivia el dolor, el hecho de que mi madre me acostaba en una cama en la que había más niños, y todos en peores circunstancias que yo, pues ya estaban totalmente dormidos y yo aún podía ver algo por las rendijas de mis pesados párpados.
Si no lo he soñado, todavía quedan un par de personas de las que allí se jugaban los cuartos, pero por si fuera un sueño, “a estas alturas ya se me confunden los unos con los otros”, no diré quienes eran y como ellos no creo que lean este escrito pues tampoco me sacarán del dilema anterior, pero os aseguro que este dilema, sí me permite dormir y, hasta hacerlo de manera feliz, cosa que es muy de agradecer.
Ahora que os he soltado la parrafada, y una parte de mis hermosos recuerdos de estas fechas, paso a desearos a todos que podáis disfrutar de unos hermosos días de fiestas, “antes se decía Felices Pascuas” bien acompañados y sobre todo que el espíritu de la NAVIDAD no os abandone en el resto del año, porque si es así la vida es más fácil y feliz.
Yo quedo muy agradecido de los que me desean bien, que en estos días son muchos.
¡Que Él os acompañe!
Eran unas noches muy frías en la calle, pero en casa había un calor intenso, en la cocina económica?, no sé qué calor era, pero la casa estaba caliente, algo no habitual por aquellos años, y otro calor que hoy puedo decir que era el calor humano, creo que antes se decía que era el amor de la familia y la amistad, ese calor si que era intenso; recuerdo una Noche Buena o Noche Vieja, pues se celebraban las dos con intensidad, yo era muy pequeño, cuatro o cinco años, no más, pero recuerdo haber estado encandilado por los gritos de alegría, las risas altas y francas, alegres, espontáneas, el hablar ruidoso, el entrar gente en casa, y cuando a mi me parecía que ya no cabría más por estar todo lleno, llamaban a la puerta y entraba más gente, parientes o amistades, vecinos, de todo había, y niños, y jugábamos a algo, pero lo importante no eran los juegos nuestros si no el juego de cartas que hacían los mayores, con una baraja con muchísimas cartas, quizá eran dos juntas, y las jugadas se acompañaban con golpes encima de la mesa, y risotadas y alharaca por parte de quienes ganaban la mano, así como de los espectadores que se posicionaban casi siempre a favor de quien era más arriesgado y encima ganaba.
Claro que era importante ganar, pues quienes perdían habían de pagar chocolate y quizá galletas que iban a comprar a casa de Pascua, (siempre dispuesta al servicio de la gente del pueblo, no importaba la hora, ni si se había de levantar de la cama a hora intempestiva) y quienes ganaban, o las espectadoras lo hacían no sé si con leche o con agua, “negro” y allí al parecer el disfrute era total. Yo por culpa del sueño que me ponía enormes pesos en los párpados, nunca presencié esos momentos, pero me alivia el dolor, el hecho de que mi madre me acostaba en una cama en la que había más niños, y todos en peores circunstancias que yo, pues ya estaban totalmente dormidos y yo aún podía ver algo por las rendijas de mis pesados párpados.
Si no lo he soñado, todavía quedan un par de personas de las que allí se jugaban los cuartos, pero por si fuera un sueño, “a estas alturas ya se me confunden los unos con los otros”, no diré quienes eran y como ellos no creo que lean este escrito pues tampoco me sacarán del dilema anterior, pero os aseguro que este dilema, sí me permite dormir y, hasta hacerlo de manera feliz, cosa que es muy de agradecer.
Ahora que os he soltado la parrafada, y una parte de mis hermosos recuerdos de estas fechas, paso a desearos a todos que podáis disfrutar de unos hermosos días de fiestas, “antes se decía Felices Pascuas” bien acompañados y sobre todo que el espíritu de la NAVIDAD no os abandone en el resto del año, porque si es así la vida es más fácil y feliz.
Yo quedo muy agradecido de los que me desean bien, que en estos días son muchos.
¡Que Él os acompañe!