; postales que aún perduran vívidas en nuestra memoria cual fotografías que al brillo de las cosas, unieran el olor y el sonido, el sabor del momento. Una para mí de las más bonitas era, es, el momento en que por la mañana temprano (para un niño) con el fresquito matinal enganchado a las piernas y brazos desnudos, casi tiritando de frio, salías a ver pasar los carros camino de las eras de arriba, cuando venían de Carre los Valles cargados de mies para la trilla, aquellos carros enormes en su armadura, altísimos y anchos, que pasaban rozando las fachadas de las casas, el chirriar de las ruedas de hierro sobre las piedras del suelo, las voces de los hombres guiando los carros, el crujir de los arreos de los animales al ser tensados por el esfuerzo que se hacía necesario para subir la pendiente de las calles por las que pasaban, el olor a mies, sudor, el sonido de los cascos de las mulas rascando la tierra de la calle, las chispas que saltaban si pisaban en pleno esfuerzo una piedra de tantas como había, el cielo intensamente azul, siempre azul, y a veces, alguna mujer a aquella hora ya había barrido la portalada y la estaba regando con lo que se añadía un nuevo olor al concierto.