Y se está acabando el tiempo.
El tiempo de un hombre bueno, cabal, honrado, amigo de sus amigos, incapaz de pedir ayuda, pero ofreciéndola siempre y sin que fueras a pedírsela. Luchó con la vida a brazo partido y, al final, cada uno de ellos seguirá su camino, porque la vida sigue, y cuando haya apartado a éste, traerá a otro y será tan bueno como éste, porque en el mundo siempre ha habido, hay y habrá, buena gente, y algunos tendremos el gran honor de haberlos conocido, de haberlos tratado, de tenerlos por amigos; y nunca los lloraremos porque éstos no mueren, simplemente, un día se duermen y despiertan al otro lado, pero les llevaremos en nuestro corazón porque un día hicieron un huequecito en él, lo llenaron de amor y, allí siguen habitando.
Y son de esa gente que solo tiene nombre: Pedro o Juan o Andrés o Pepe, es igual, cuando dices su nombre todos saben de quién hablas, y se van sin haber gastado el apellido.
Y cuando ese día llegue, los perros aullarán a la luna y los pájaros cantarán sin alegría, y los días cortos se teñirán de gris, y al crepúsculo, llorarán lágrimas doradas, despidiendo al amigo.
Y yo quisiera equivocarme, y fallar el presentimiento, y no decir adiós.
El tiempo de un hombre bueno, cabal, honrado, amigo de sus amigos, incapaz de pedir ayuda, pero ofreciéndola siempre y sin que fueras a pedírsela. Luchó con la vida a brazo partido y, al final, cada uno de ellos seguirá su camino, porque la vida sigue, y cuando haya apartado a éste, traerá a otro y será tan bueno como éste, porque en el mundo siempre ha habido, hay y habrá, buena gente, y algunos tendremos el gran honor de haberlos conocido, de haberlos tratado, de tenerlos por amigos; y nunca los lloraremos porque éstos no mueren, simplemente, un día se duermen y despiertan al otro lado, pero les llevaremos en nuestro corazón porque un día hicieron un huequecito en él, lo llenaron de amor y, allí siguen habitando.
Y son de esa gente que solo tiene nombre: Pedro o Juan o Andrés o Pepe, es igual, cuando dices su nombre todos saben de quién hablas, y se van sin haber gastado el apellido.
Y cuando ese día llegue, los perros aullarán a la luna y los pájaros cantarán sin alegría, y los días cortos se teñirán de gris, y al crepúsculo, llorarán lágrimas doradas, despidiendo al amigo.
Y yo quisiera equivocarme, y fallar el presentimiento, y no decir adiós.