La luna creciente (que grande está ya la jodida) escondida sobre el alero del tejado me envía de soslayo unos rayos de luz plateada que alumbran los bordes de mi escondrijo, allí donde pierdo el tiempo, y a veces, pienso. Allí, creo, he conseguido entender algo de las cosas de la vida.
A veces, en noches con la de hoy, tranquilas, otra luna un poco más grande, me contó cosas que otros, también viejos, e idos ya casi todos, pusieron en letras escritas sobre papeles amarillentos.
Me contó una noche que los días pasan y no vuelven, pero no se pierden.
¿Y adónde van, la pregunté?
Adivínalo, me contestó. Como pista te diré que con ellos van el perfume de las flores, los días de juventud, las tardes otoñales largas, rojas, doradas, soñadas; el sonido del viento en las ventanas de los días invernales, los campos y las calles blancos por la escarcha, y aquel sorbito de orujo, puro, y la sonrisa cálida que llenó aquella cara, ¡hay, que momentos! Y las risas de los niños, y los besos perdidos, y los abrazos no dados, y los amigos olvidados…
Y la dije: ¡calla luna lunera que un día me fuiste cascabelera, calla, que lunático me voy tornando!
Y la luna guardó silencio, y me dejó a solas con mis pensamientos. Y un búho pasó volando en silencio, y se perdió en el horizonte quieto.
Y otra noche me decía…
A veces, en noches con la de hoy, tranquilas, otra luna un poco más grande, me contó cosas que otros, también viejos, e idos ya casi todos, pusieron en letras escritas sobre papeles amarillentos.
Me contó una noche que los días pasan y no vuelven, pero no se pierden.
¿Y adónde van, la pregunté?
Adivínalo, me contestó. Como pista te diré que con ellos van el perfume de las flores, los días de juventud, las tardes otoñales largas, rojas, doradas, soñadas; el sonido del viento en las ventanas de los días invernales, los campos y las calles blancos por la escarcha, y aquel sorbito de orujo, puro, y la sonrisa cálida que llenó aquella cara, ¡hay, que momentos! Y las risas de los niños, y los besos perdidos, y los abrazos no dados, y los amigos olvidados…
Y la dije: ¡calla luna lunera que un día me fuiste cascabelera, calla, que lunático me voy tornando!
Y la luna guardó silencio, y me dejó a solas con mis pensamientos. Y un búho pasó volando en silencio, y se perdió en el horizonte quieto.
Y otra noche me decía…