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SANTA CRISTINA DE VALMADRIGAL: Otoño. La tarde declina ya, y en los rastrojos del...

Otoño. La tarde declina ya, y en los rastrojos del campo soriano, luce una luz de despedida, suave y tibia.
La carretera, llana y recta, espejea por el fondo de un valle de suaves laderas, blancas de pajas secas, con algún verde decorativo y escaso.
En la radio, va cantando la gente de Mocedades “quién quiere vender conmigo la paz de un niño dormido, la tarde sobre mi madre y el tiempo en que estoy queriendo…”
El coche circula soñando, solo, como quien conoce el camino de vuelta a casa. Para mí que entramos en una dimensión rara del tiempo, y allá se quedó algún cachito de mi, ese que cuando vuelvo a “sentir” la canción con aquel sonido, aquel timbre de voz de la Amaya de aquellos años, forma un círculo mágico = (canción, vida, libertad) las chicas de Mocedades (creo que eran tres por entonces) allí, un poco perdidas en medio del bar, entre la gente que las miraba con admiración, un poco de envida y mucho cariño, aquellos folletos de publicidad (que aún conservo) dejados por su representante en los puntos más visibles de aquel salón del lujoso hotel en un pueblo costero, en su tarde de verbena veraniega, en el momento en que se termina el trabajo y se empieza la preparación para la fiesta nocturna, momento hermoso, muy hermoso, y tan difícil de describir aquel sentimiento, pero tan bello de vivir.
Esa temperatura perfecta del atardecer en la orilla del mar, los primeros avisos de la cercanía de la mágica noche de San Juan, la arrolladora fuerza juvenil llena de sueños y amoríos, querencias y recuerdos…ay el tiempo, el tiempo; ¡que hermosos fueron aquellos días!
¡Quien pudiera volver a vivir una de aquellas verbenas veraniegas orilla del mar calmado, y rebozarse en el amor que estaba por todas partes flotando!

Rastrojales blancos, el sol bajo, de cara, la carretera solitaria, Mocedades cantando una canción hermosa, un momento tan plácido que se quedó gravado de indeleble manera en la memoria y en el fondo del alma, de donde nunca ha salido, sino es hoy, para ponerlo en letras, mientras resbala alguna lagrimilla traicionera y amarga, desde el lagrimal hasta los dedos, que la enjugan.