Cerrando estoy con esfuerzo, a cal y canto, mis puertas y ventanas a los vientos del ocaso.
¡Qué miedos, qué vergüenzas, qué desánimos!
Mis vecinos, mis parientes, mis amigos,— bueno, de esos no tengo tantos— se preocupan por su vida.
Temen tanto, que viven poco y malo.
¡Ay esos vientos frescos que soplaban antaño!
Debe ser el otoño.
Hojas amarillas, negras, rojas… cubren las calles, los caminos, los campos.
No sé si se termina mi vida.
Pero sé que ya gasté otro día.
No me preocupa nada saber la fecha de mi calendario.
¿Quién, decidme, sabe cuál será la última hoja que arrancará del taco zaragozano?
Por cierto, ¿seguirá existiendo?
Cambian los hombres, los tiempos, los calendarios…
Pero yo sé que ella vendrá a buscarme…
¿Y ella sabe que yo la estoy esperando?
Para Caronte un euro ya tengo reservado.
Miedos pocos, temores varios, esperanzas, fundadas.
Confianza, infinita.
Calma la que se puede, y amor no todo el que se quiere.
Y vivir, como todos, siempre como se puede.
Y esperar para ver, y vivir para beber.
¡Qué miedos, qué vergüenzas, qué desánimos!
Mis vecinos, mis parientes, mis amigos,— bueno, de esos no tengo tantos— se preocupan por su vida.
Temen tanto, que viven poco y malo.
¡Ay esos vientos frescos que soplaban antaño!
Debe ser el otoño.
Hojas amarillas, negras, rojas… cubren las calles, los caminos, los campos.
No sé si se termina mi vida.
Pero sé que ya gasté otro día.
No me preocupa nada saber la fecha de mi calendario.
¿Quién, decidme, sabe cuál será la última hoja que arrancará del taco zaragozano?
Por cierto, ¿seguirá existiendo?
Cambian los hombres, los tiempos, los calendarios…
Pero yo sé que ella vendrá a buscarme…
¿Y ella sabe que yo la estoy esperando?
Para Caronte un euro ya tengo reservado.
Miedos pocos, temores varios, esperanzas, fundadas.
Confianza, infinita.
Calma la que se puede, y amor no todo el que se quiere.
Y vivir, como todos, siempre como se puede.
Y esperar para ver, y vivir para beber.