Soplaba un viento del sur, cálido y lento.
La tarde lánguida y seca iba cayendo.
El sol tras los linderones se iba escondiendo.
Tras marcharse el sol, sobraban gorra y sombrero.
El hortelano estaba regando en el huerto y de una caña colgó el sombrero.
Por el este salía blanca y casi llena la luna, y sonriendo.
En la punta de la caña jugaban la brisa y el sombrero.
Aviones volaban a ras del suelo, las alas tendidas y el pico abierto.
Más alto, hacían tirabuzones los vencejos.
Al cuadro le faltaba música y sonó un gorjeo.
Un ruiseñor tardío, desde la rama más alta del almendro, se sumó al concierto.
La primavera va terminando.
La noche llegando.
En mi rostro la caricia del viento cálido y lento, y mi alma se inundaba de caricias y besos.
Aún se veían volar, aunque muy altos, algunos vencejos.
La tarde lánguida y seca iba cayendo.
El sol tras los linderones se iba escondiendo.
Tras marcharse el sol, sobraban gorra y sombrero.
El hortelano estaba regando en el huerto y de una caña colgó el sombrero.
Por el este salía blanca y casi llena la luna, y sonriendo.
En la punta de la caña jugaban la brisa y el sombrero.
Aviones volaban a ras del suelo, las alas tendidas y el pico abierto.
Más alto, hacían tirabuzones los vencejos.
Al cuadro le faltaba música y sonó un gorjeo.
Un ruiseñor tardío, desde la rama más alta del almendro, se sumó al concierto.
La primavera va terminando.
La noche llegando.
En mi rostro la caricia del viento cálido y lento, y mi alma se inundaba de caricias y besos.
Aún se veían volar, aunque muy altos, algunos vencejos.