Para Cristina, que hoy, día de su santo, vino a verme y quizá, no me encontró.
¡Felicidades!
Otra vez verano.
Otra vez la luna creciente ilumina mi cubil en un cielo azul y limpio.
Noche calurosa.
A ratos pienso.
En el vientre de la mujer crece la vida.
En el vientre del hombre la melancolía de tiempos mejores, imita melones o sandias.
La luna es una hembra y muy chafardera.
Siempre está ahí arriba y mira que mira.
Por el horizonte lejano de incierta línea, cabalgan recuerdos de lejanos días.
La torre de la iglesia, de noche, iluminada con luz amarilla, parece más grande; ¡y qué bonita está la jodida!
Por la calle del Cristo corre la brisa.
Esta noche de verano invita al paseo en solitario.
A la sombra de las farolas, charlan los fantasmas de otros días.
En esas casas caídas, antaño, habitaron hadas madrinas.
Y el callejón de los misterios… desaparecido.
También se lo habrá comido el tiempo.
La plaza, está tan iluminada…; si paso por ella… me verán.
Rogelio, eres un fantasmón.
En el incógnito vivo, el conocimiento será mi muerte.
¿Y si pasamos por el caño? Allí hay penumbra, y en el silencio se escucha reír al agua que brota del cantarillo.
En ese banco escondido, en una noche calurosa de otro verano, Benicio, me contaba en voz baja, historias de amores, recuerdos de bailes, pedazos de vida que en los labios llevaba. Y cuatro días después se fue el tío sin acabar de explicármelas.
Y me quedó colgada, no sé dónde, una esperanza.
En el vientre de la mujer crece la vida…pero no nace…
Habla bajito, fantasma, que a la puerta de Toya siempre hay solana…
En la calle retorcida, entre punta y punta, ya casi no queda vida…
Y por la de la Amargura…
En los cables de la luz, bajo el alero de los tejados, montaban guardia los pardales…
Y lo tordos, al ponerse el sol, silban muy estirados en el punto más alto del tejado.
El tirachinas en la mano, montado…
Tardes de otoño, doradas. ¡Ay, cuanta esperanza perdida!
La luna se ha escondido tras una nube de peluche. Estarán jugando.
Ya se sabe, los niños…
Tú, fantasmón: si en el vientre de la mujer crece la vida, pero, no nace, ¿sabes acaso dónde nace la esperanza?
Allá en los Cubos, antaño, hacían vida las vecinas. En la tarde, el sol tan limpio, y en la noche de verano, el fresco, las historias y los comentarios; y a veces llegaba el sueño.
Y una noche vieron asustados el cielo encendido; y decían que las estrellas caían…
Cosas de viejos…Ya todos muertos. Sí pero…
La vida, la esperanza, los sueños…
¡Felicidades!
Otra vez verano.
Otra vez la luna creciente ilumina mi cubil en un cielo azul y limpio.
Noche calurosa.
A ratos pienso.
En el vientre de la mujer crece la vida.
En el vientre del hombre la melancolía de tiempos mejores, imita melones o sandias.
La luna es una hembra y muy chafardera.
Siempre está ahí arriba y mira que mira.
Por el horizonte lejano de incierta línea, cabalgan recuerdos de lejanos días.
La torre de la iglesia, de noche, iluminada con luz amarilla, parece más grande; ¡y qué bonita está la jodida!
Por la calle del Cristo corre la brisa.
Esta noche de verano invita al paseo en solitario.
A la sombra de las farolas, charlan los fantasmas de otros días.
En esas casas caídas, antaño, habitaron hadas madrinas.
Y el callejón de los misterios… desaparecido.
También se lo habrá comido el tiempo.
La plaza, está tan iluminada…; si paso por ella… me verán.
Rogelio, eres un fantasmón.
En el incógnito vivo, el conocimiento será mi muerte.
¿Y si pasamos por el caño? Allí hay penumbra, y en el silencio se escucha reír al agua que brota del cantarillo.
En ese banco escondido, en una noche calurosa de otro verano, Benicio, me contaba en voz baja, historias de amores, recuerdos de bailes, pedazos de vida que en los labios llevaba. Y cuatro días después se fue el tío sin acabar de explicármelas.
Y me quedó colgada, no sé dónde, una esperanza.
En el vientre de la mujer crece la vida…pero no nace…
Habla bajito, fantasma, que a la puerta de Toya siempre hay solana…
En la calle retorcida, entre punta y punta, ya casi no queda vida…
Y por la de la Amargura…
En los cables de la luz, bajo el alero de los tejados, montaban guardia los pardales…
Y lo tordos, al ponerse el sol, silban muy estirados en el punto más alto del tejado.
El tirachinas en la mano, montado…
Tardes de otoño, doradas. ¡Ay, cuanta esperanza perdida!
La luna se ha escondido tras una nube de peluche. Estarán jugando.
Ya se sabe, los niños…
Tú, fantasmón: si en el vientre de la mujer crece la vida, pero, no nace, ¿sabes acaso dónde nace la esperanza?
Allá en los Cubos, antaño, hacían vida las vecinas. En la tarde, el sol tan limpio, y en la noche de verano, el fresco, las historias y los comentarios; y a veces llegaba el sueño.
Y una noche vieron asustados el cielo encendido; y decían que las estrellas caían…
Cosas de viejos…Ya todos muertos. Sí pero…
La vida, la esperanza, los sueños…