Buscándonos vamos, yo y la muerte.
El otro día, encontrámonos de frente.
Nos miramos, se giró, y me ensañó el rabo.
Pero se quedó murmurando.
A la
puerta del —porsiaca— siempre voy vigilando, por si se me acerca algo.
Los días, largos y solitarios, van pasando.
Y, yo, al de la
ermita suplicando.