Quietos, quietos estén los cielos.
Quietos los suelos. Quietos.
Que nada rompa el silencio.
Despidiendo al amigo, lleno está el pueblo de jóvenes y viejos.
La campana gorda, tañendo está a duelo.
Las ondas que el bronce lanza al viento, lanzas son que atraviesan los corazones.
Ojos míos, ¡soltad dos lagrimones!
Tu presencia seguirá, Eduardo, por todos los rincones.
Con la vista nublada, alcé mi copa al cielo, por ti, que viviste tan poco tiempo, y vi un camino marcado con una jota, que llegaba hasta la puerta de la que tiene la llave San Pedro.
Por los dos brindo, por el padre vivo y por el hijo muerto.
¡Doblad campanas, romped el silencio!
Todo sigue, nada ha muerto.
Las hojas del chopo, se mueven al son que toca la lira del viento.
Quietos los suelos. Quietos.
Que nada rompa el silencio.
Despidiendo al amigo, lleno está el pueblo de jóvenes y viejos.
La campana gorda, tañendo está a duelo.
Las ondas que el bronce lanza al viento, lanzas son que atraviesan los corazones.
Ojos míos, ¡soltad dos lagrimones!
Tu presencia seguirá, Eduardo, por todos los rincones.
Con la vista nublada, alcé mi copa al cielo, por ti, que viviste tan poco tiempo, y vi un camino marcado con una jota, que llegaba hasta la puerta de la que tiene la llave San Pedro.
Por los dos brindo, por el padre vivo y por el hijo muerto.
¡Doblad campanas, romped el silencio!
Todo sigue, nada ha muerto.
Las hojas del chopo, se mueven al son que toca la lira del viento.