La mujer que se fue sin respuesta:
Con esa misma cara de inmensa tristeza se fue Humildad, jamás salió del dolor en que se sumió cuando una llamada de teléfono le escupió al alma una frase terrible: “Han asesinado a su hijo José Ángel”.
Sin morir, no volvió a vivir. Siempre que la vi mantenía esa misma cara de pena infinita, reflejo de un alma podrida de sufrimiento. Siguió viva unos años para ayudar al otro hijo que seguía en Socil, el que ella creyó que no había tenido la suerte de poder salir. Se cansó de vivir muerta y se fue. Con esa misma cara, con ese mismo dolor.
Se fue sin que nadie le respondiera a la única pregunta que se hizo desde aquella llamada cruel. “ ¿Qué les estorbaba que viviera mi hijo?”.
Nadie le respondió jamás. Como nadie se acordó de las promesas que le hicieron en el entierro cuando les preguntó que “si habría algo para el otro hijo, que pueda dejar de correr detrás de las ovejas”. Nadie les habría reprochado en esta ocasión que le hubieran encontrado algo, pero nadie se acordó de las buenas palabras dadas.
Al ver a los encapuchados fue imposible no ver la cara de Humildad, no recordar su muerte en vida. Al escuchar su comunicado fue imposible no reflexionar sobre si habían respondido a la única pregunta de esta mujer: “ ¿Qué os estorbaba que viviera José Ángel?”.
La Crónica de León 22.10.2011
"Imagen y palabras"
Con esa misma cara de inmensa tristeza se fue Humildad, jamás salió del dolor en que se sumió cuando una llamada de teléfono le escupió al alma una frase terrible: “Han asesinado a su hijo José Ángel”.
Sin morir, no volvió a vivir. Siempre que la vi mantenía esa misma cara de pena infinita, reflejo de un alma podrida de sufrimiento. Siguió viva unos años para ayudar al otro hijo que seguía en Socil, el que ella creyó que no había tenido la suerte de poder salir. Se cansó de vivir muerta y se fue. Con esa misma cara, con ese mismo dolor.
Se fue sin que nadie le respondiera a la única pregunta que se hizo desde aquella llamada cruel. “ ¿Qué les estorbaba que viviera mi hijo?”.
Nadie le respondió jamás. Como nadie se acordó de las promesas que le hicieron en el entierro cuando les preguntó que “si habría algo para el otro hijo, que pueda dejar de correr detrás de las ovejas”. Nadie les habría reprochado en esta ocasión que le hubieran encontrado algo, pero nadie se acordó de las buenas palabras dadas.
Al ver a los encapuchados fue imposible no ver la cara de Humildad, no recordar su muerte en vida. Al escuchar su comunicado fue imposible no reflexionar sobre si habían respondido a la única pregunta de esta mujer: “ ¿Qué os estorbaba que viviera José Ángel?”.
La Crónica de León 22.10.2011
"Imagen y palabras"