Una población de urogallos de León se encuentra adaptada en unos bosques mediterráneos
La Universidad de León estudia esta población cuya ecología difiere enormemente de la del resto de sus congéneres
El urogallo rehúye el contacto con el ser humano, excepto en casos contadísimos, en los que por causas desconocidas pierden cualquier miedo al hombres. Entre los urogallos cantábricos, el más conocido ha sido el de Mansín, un ejemplar que durante unos meses de 2008 se paseó por las calles de Tarna (Asturias). Diez años antes, otro macho loco, como califican los científicos a los urogallos que aparecen en estos límites de su distribución, merodeó algunos extremos de melojares del nordeste de la provincia de León, ya en el extremo de la Cordillera Cantábrica. Este ejemplar dio la pista de que algo podía estar pasando en estos bosques de rebollo, de carácter mediterráneo, diferentes a los hayedos y abedulares, eurosiberianos, que tradicionalmente habita. Un trabajo científico de la Universidad de León, publicado en el último número de Journal of Ornithology, ha confirmado lo que los paisanos del entorno sospechaban: una importante población de urogallos habitaestá adaptada en estos parajes.
"Los urogallos cantábricos son, de las doce subespecies, los más raros de todos los urogallos, y ahora sabemos que dentro de ellos los hay más raros aún", indica a DiCYT Manuel Antonio González, responsable de la investigación científica con la que se ha descrito esta población, compuesta de alrededor de una treintena de individuos, aproximadamente el diez por ciento de todos los urogallos que quedan en la Cordillera Cantábrica. Este grupo se distribuye por el Bierzo Alto (alto Boeza), el sur de Omaña y Cepeda, en el extremo sur de la Cantábrica occidental, donde se mantiene la mejor población de la subespecie cantábrica. Los catorce machos que están establecidos en este hábitat cuentan con nueve cantaderos, según el trabajo de González. Además, los investigadores sospechan que la distribución puede ser aún más amplia.
Que el urogallo habite estos bosques, no es, explica el doctorando que analiza a esta población, "una anomalía, sino que se trata de un reducto, porque estos melojares son bosques de calidad que no han sucumbido aún a la mano del hombre". Este hecho, precisamente, ha permitido su supervivencia: "En comparación con el conjunto de los urogallos cantábrico, el declive de esta población es menor, según lo observado hasta la fecha", añade Manuel Antonio González. Según sus cálculos, algo más de 300 ejemplares sobreviven de la subespecie cantábrica (Tetrao urogallus cantabricus), extremadamente amenazada. La zona occidental, en la que se integra este raro núcleo de urogallos, es la mayoritaria, con unos 250 ejemplares. En el resto de zonas (montaña central y oriental -Picos de Europa-), apenas quedan gallos. En Picos, según estiman, persisten sólo cinco machos. "Cada vez es más difícil la interconexión entre las poblaciones: hace diez años se constató que existía poco flujo genético, y ahora debe ser casi inexistente", lamenta el experto.
Datos inéditos
Localizarse en bosques tan diferentes a los que se consideraban habituales para el urogallo cantábrico, ha servido a los científicos para comporbar que no siempre se cumplen las ideas tradicionales que había acerca de su ecología y alimentación. El urogallo cantábrico es un animal que suele habitar bosques de altitudes entre 1.500 y 1.700 metros. Estos bosques de rebollos (Quercus pyrenaica) se encuentran a 1.200 metros, de media. Además, están frecuentemente orientados al sur. Según datos inéditos proporcionados por González, este grupo no se alimenta de arándanos y acebos, sino que lo hacen de una planta cistácea mediterránea típica del sur de España llamada pardalina (Halimium lasianthum alyssoides), un pequeño arbusto. También basa su dieta en acículas de pino de repoblación y en la hojas, brotes y bellotas de roble melojo o rebollo, así como en gran cantidad de helechos.
Para vivir en estos bosques han tenido que adaptarse a un medio diferente al que sería el típico. Los bosques mediterráneos como los rebollares se diferencian de los hayedos, abedulares o robledales eurosiberianos de la cordillera porque padecen una sequía estival que se prolonga durante al menos un mes. Los urogallos siguen necesitando agua y vegetación fresca, pero no la encuentran durante este periodo seco tan fácilmente. Por este motivo, se deben trasladar a lugares del bosque que permanecen húmedas, como fuentes o nacimientos de ríos.
A juicio del experto, estos urogallos están en mayor riesgo que el resto de cantábricos ya que, además de las amenazas comunes de toda la cordillera, la zona donde habitan coincide con una alta concentración de parques eólicos". En el entorno hay cinco instalaciones con 74 aerogeneradores. Están autorizados otros cuatro y hay tres en proyecto, que sumarían unos 180 molinos. "No existen datos de la repercusión que los parques científicos puedan tener para el urogallo, pero en ningún lugar de Europade urogallo, siempre menos que la cantábrica, se ha autorizado ninguno en sus entornos, por el mero principio de precaución, ya que sería sumar un riesgo innecesario a una población amenazada de por sí. Los "efectos negativos esperables" en esta población son tanto las muertes por colisión de las aves en vuelo con los aerogeneradores, como la fragmentación y destrucción directa del hábitat por la infraestructura viaria que necesitan estos parques. “Hasta el momento esta población se mantiene estable dentro del contexto cantábrico y con una especie tan amenazada no se debe correr el riesgo innecesario de los parques eólicos", opina el biólogo.
El estudio científico se realizó con la colaboración de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León. Ésta autorizó el radiomarcado de dos machos y una hembra entre 2007 y 2009. La tesis doctoral está dirigida por Vicente Ena y Pedro Pérez Olea. Los investigadores pertenecen al grupo de Ecología y Conservación de Vertebrados de la Universidad de León, que dirige el catedrático Francisco Purroy.
La Universidad de León estudia esta población cuya ecología difiere enormemente de la del resto de sus congéneres
El urogallo rehúye el contacto con el ser humano, excepto en casos contadísimos, en los que por causas desconocidas pierden cualquier miedo al hombres. Entre los urogallos cantábricos, el más conocido ha sido el de Mansín, un ejemplar que durante unos meses de 2008 se paseó por las calles de Tarna (Asturias). Diez años antes, otro macho loco, como califican los científicos a los urogallos que aparecen en estos límites de su distribución, merodeó algunos extremos de melojares del nordeste de la provincia de León, ya en el extremo de la Cordillera Cantábrica. Este ejemplar dio la pista de que algo podía estar pasando en estos bosques de rebollo, de carácter mediterráneo, diferentes a los hayedos y abedulares, eurosiberianos, que tradicionalmente habita. Un trabajo científico de la Universidad de León, publicado en el último número de Journal of Ornithology, ha confirmado lo que los paisanos del entorno sospechaban: una importante población de urogallos habitaestá adaptada en estos parajes.
"Los urogallos cantábricos son, de las doce subespecies, los más raros de todos los urogallos, y ahora sabemos que dentro de ellos los hay más raros aún", indica a DiCYT Manuel Antonio González, responsable de la investigación científica con la que se ha descrito esta población, compuesta de alrededor de una treintena de individuos, aproximadamente el diez por ciento de todos los urogallos que quedan en la Cordillera Cantábrica. Este grupo se distribuye por el Bierzo Alto (alto Boeza), el sur de Omaña y Cepeda, en el extremo sur de la Cantábrica occidental, donde se mantiene la mejor población de la subespecie cantábrica. Los catorce machos que están establecidos en este hábitat cuentan con nueve cantaderos, según el trabajo de González. Además, los investigadores sospechan que la distribución puede ser aún más amplia.
Que el urogallo habite estos bosques, no es, explica el doctorando que analiza a esta población, "una anomalía, sino que se trata de un reducto, porque estos melojares son bosques de calidad que no han sucumbido aún a la mano del hombre". Este hecho, precisamente, ha permitido su supervivencia: "En comparación con el conjunto de los urogallos cantábrico, el declive de esta población es menor, según lo observado hasta la fecha", añade Manuel Antonio González. Según sus cálculos, algo más de 300 ejemplares sobreviven de la subespecie cantábrica (Tetrao urogallus cantabricus), extremadamente amenazada. La zona occidental, en la que se integra este raro núcleo de urogallos, es la mayoritaria, con unos 250 ejemplares. En el resto de zonas (montaña central y oriental -Picos de Europa-), apenas quedan gallos. En Picos, según estiman, persisten sólo cinco machos. "Cada vez es más difícil la interconexión entre las poblaciones: hace diez años se constató que existía poco flujo genético, y ahora debe ser casi inexistente", lamenta el experto.
Datos inéditos
Localizarse en bosques tan diferentes a los que se consideraban habituales para el urogallo cantábrico, ha servido a los científicos para comporbar que no siempre se cumplen las ideas tradicionales que había acerca de su ecología y alimentación. El urogallo cantábrico es un animal que suele habitar bosques de altitudes entre 1.500 y 1.700 metros. Estos bosques de rebollos (Quercus pyrenaica) se encuentran a 1.200 metros, de media. Además, están frecuentemente orientados al sur. Según datos inéditos proporcionados por González, este grupo no se alimenta de arándanos y acebos, sino que lo hacen de una planta cistácea mediterránea típica del sur de España llamada pardalina (Halimium lasianthum alyssoides), un pequeño arbusto. También basa su dieta en acículas de pino de repoblación y en la hojas, brotes y bellotas de roble melojo o rebollo, así como en gran cantidad de helechos.
Para vivir en estos bosques han tenido que adaptarse a un medio diferente al que sería el típico. Los bosques mediterráneos como los rebollares se diferencian de los hayedos, abedulares o robledales eurosiberianos de la cordillera porque padecen una sequía estival que se prolonga durante al menos un mes. Los urogallos siguen necesitando agua y vegetación fresca, pero no la encuentran durante este periodo seco tan fácilmente. Por este motivo, se deben trasladar a lugares del bosque que permanecen húmedas, como fuentes o nacimientos de ríos.
A juicio del experto, estos urogallos están en mayor riesgo que el resto de cantábricos ya que, además de las amenazas comunes de toda la cordillera, la zona donde habitan coincide con una alta concentración de parques eólicos". En el entorno hay cinco instalaciones con 74 aerogeneradores. Están autorizados otros cuatro y hay tres en proyecto, que sumarían unos 180 molinos. "No existen datos de la repercusión que los parques científicos puedan tener para el urogallo, pero en ningún lugar de Europade urogallo, siempre menos que la cantábrica, se ha autorizado ninguno en sus entornos, por el mero principio de precaución, ya que sería sumar un riesgo innecesario a una población amenazada de por sí. Los "efectos negativos esperables" en esta población son tanto las muertes por colisión de las aves en vuelo con los aerogeneradores, como la fragmentación y destrucción directa del hábitat por la infraestructura viaria que necesitan estos parques. “Hasta el momento esta población se mantiene estable dentro del contexto cantábrico y con una especie tan amenazada no se debe correr el riesgo innecesario de los parques eólicos", opina el biólogo.
El estudio científico se realizó con la colaboración de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León. Ésta autorizó el radiomarcado de dos machos y una hembra entre 2007 y 2009. La tesis doctoral está dirigida por Vicente Ena y Pedro Pérez Olea. Los investigadores pertenecen al grupo de Ecología y Conservación de Vertebrados de la Universidad de León, que dirige el catedrático Francisco Purroy.