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SOSAS DEL CUMBRAL: V. DEL REGUERO - 29/06/07...

V. DEL REGUERO - 29/06/07

Don Rafael Álvarez García nació en Villablino en 1898. Hijo de guardia civil, sus primeros estudios los realizó en Bembibre, y más tarde el bachillerato y la carrera de Magisterio en León y Madrid. En 1919, fue nombrado maestro de Toral de los Guzmanes y, años después, llegó a ser Inspector Jefe de la provincia de León. Su vida se vio truncada, como la de tantos otros, al inicio de la guerra, con su fusilamiento el 18 de agosto de 1936.

Nuestro protagonista fue el único hijo de Eduardo Álvarez Mallo, natural de Garueña, en el valle de Omaña, y de Ángela García López, que lo era de un pueblecito cercano, Sosas del Cumbral. Rafael en Villablino el 14 de diciembre de 1898 y estudió las primeras letras en Bembibre, adonde fue trasladado su padre, de profesión guardia civil. En León realizaría sus estudios superiores; primero, el bachillerato en el Instituto Provincial, y desde 1913 hasta 1917, en la Escuela Normal de Maestros, donde finalizaría con muy buenas calificaciones la carrera de Magisterio. En 1920, con sólo veintiún años, obtendría el título de Maestro Superior con el número uno de las oposiciones de la Universidad de Oviedo.

Ya anteriormente, en 1919, sería nombrado por el Rectorado de la Universidad de Oviedo como Auxiliar de Pedagogía e Historia, y Rudimentos de Derecho y Legislación Escolar, en la Escuela Normal de Maestros de León. Pronto sería destinado a Toral de los Guzmanes como maestro. En una conferencia que impartió a su llegada al pueblo, Rafael hablaba acerca de la necesidad de “que la carrera de Magisterio sea una profesión técnica, tanto para fundamentar científicamente la obra escolar, como para evitar la posibilidad de intrusismos en nuestra profesión”. Pensaba que la escuela primaria trataba de “convertir el trabajo en actividad más eficaz, suave y humana”.

Pronto abandonaría la localidad. En julio de 1921, sería destinado a Melilla, como soldado del Regimiento de Infantería Burgos nº 36, destacando en varios combates y regresando a finales de año muy grave, con tifus. Poco tiempo después comenzaría su formación en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio de Madrid, centro donde —a partir del título de maestro— podía formarse como Profesor de Magisterio o Inspector.

Optó por la segunda opción y, años después, desempeñaría una gran labor como Inspector Jefe de León. Fundó y dirigió en los años treinta el ‘Boletín de Educación’ que entonces editaba en la provincia la Inspección de Primera Enseñanza de León, y puso especial entusiasmo en las Colonias Escolares de Vacaciones. Con gran fama de inteligente y trabajador infatigable, se encargó de la inspección de las escuelas de la zona del Órbigo y la ciudad de León.

Muy cercano a la ideología de la Institución Libre de Enseñanza, don Rafael Álvarez publicó editado por la Revista de Pedagogía y con otros dos autores, el ‘Manual del Inspector de Primera Enseñanza’, un trabajo que sorprende porque, a pesar de haber cumplido ya los setenta años, no ha perdido un ápice de actualidad. Gran entusiasta de las colonias escolares, participó además en varias Misiones Pedagógicas. Una de ellas fue en Babia, con la colaboración del Ayuntamiento de San Emiliano, en junio de 1932. Allí estuvo acompañado por los también inspectores don Vicente Valls, don José Ruiz Galán y don Salvador Ferrer y por los maestros don Valeriano Enríquez y don Benito Valbuena. Poco tiempo después, en noviembre, formaría parte de otra misión en Villabandín, Senra, Posada de Omaña y Murias de Paredes, con la colaboración de éste ayuntamiento. Con la presencia de algunos de los citados, como don José Ruiz Galán o don Valeriano Enríquez, y nuevos nombres, entre los que se encontraban don Fidel Blanco y doña Teresa Rodríguez. La misión tuvo gran éxito y se dejaron varias bibliotecas populares en una comarca tan aislada entonces, como era Omaña.

Don Rafael Álvarez, fiel defensor del laicismo, el librepensamiento y la educación integral, fue masón, como recogen varios trabajos de investigación que ha publicado el investigador Pedro Víctor Fernández, perteneciendo a la Logia de Emilio Menéndez Pallarés, de León, de la que formaba parte con el simbólico de Roger. Él mismo la había fundado, con otros intelectuales de la ciudad de León, en 1933.

Militante de la Conjunción Republicano-Socialista y de la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza, don Rafael creó con otros maestros, inspectores y amigos el grupo excursionista ‘Inquietudes’. Con él viajaron por varios puntos del país, e incluso hicieron un viaje al norte de África. En los boletines que editaban en la época, se encuentran pormenorizadas descripciones de los viajes, mapas e incluso fotografías.

Al estallar la guerra civil, don Rafael fue detenido en su casa de la capital leonesa y, aunque pudo regresar a casa, tres días más tarde fue detenido de nuevo y apresado en la cárcel de San Marcos, donde le sometieron a todo tipo de vejaciones, entre ellas la obligación de barrer el patio. Pocos días después, se celebraría el juicio en el Palacio de los Guzmanes, de la Diputación Provincial, y fue él mismo quien se defendió, pues estaba cursando entonces estudios de Derecho en la Universidad de Oviedo.

Su cuñado, don Deogracias Vicente Mangas, médico y veterinario, había sido condecorado por el Ejército con la Cruz del Mérito Militar, en agradecimiento a los servicios que había prestado durante la revolución minera de 1934. Curiosamente, fue a ofrecerse ante la Junta de Burgos con la insignia para que le fusilaran a él, que tenía 33 años, y evitar así el paseo de de don Rafael. Pero sus intentos fueron fallidos. El 18 de agosto de 1936, en el campo de tiro de Puente Castro, don Rafael sería paseado junto a don Alfredo Barthe Balbuena, don Félix Salgado del Moral, don Domingo Fernández Pereiro, don Juan Rodríguez Lozano, don Timoteo Bernardo Alonso y don Fernando Morán Fernández.

Su viuda, doña Francisca Vicente Mangas, con la que se había casado en San Miguel de Laciana el 9 de mayo de 1927, sufrió varias imputaciones de matiz político y fue apartada de su labor educativa. Tiempo después, en 1941, fallecería angustiada en Sevilla. La misma suerte correrían muchos de sus compañeros inspectores y maestros, depurados, separados del servicio, condenados a prisión y fusilados. Todos ellos fueron engullidos por su propia historia, como don Rafael Álvarez. Ahora, setenta años después, su memoria se recupera y con ello se repara una deuda histórica con todos ellos. Un recuerdo pendiente que, con el tiempo, ha llegado y sirve para conocer un poco más de nuestros pueblos y, por tanto, de nosotros mismos.

Su pensamiento

“El Inspector necesita, para desempeñar con dignidad y eficacia su cometido, la posesión de una amplia y sólida cultura que le permita convertirse en guía espiritual de los maestros y escuelas que tiene a su cargo. Esta cultura constantemente remozada por nuevos libros y revistas, creará en el Inspector un elevado criterio y un sentido filosófico que, sobre dar tersura constante a su espíritu, le hará adoptar una posición en consonancia con las directrices coetáneas del pensamiento humano y con la realidad vital del momento, que pasará a los maestros para señalarles como fin de su esfuerzo educativo las zonas de la más elevada y noble superación”

“Dentro de la competencia pedagógica exigida al Inspector, ha de destacarse su profundo conocimiento de la psicología infantil; la manera de reaccionar de los niños, el proceso de su desenvolvimiento psíquico, etc. Quien ejerza el cargo a que hacemos referencia procurará hablar de modo expresivo y correcto, ya que son varias las ocasiones en las que debe establecer pública comunicación con maestros y pueblo, y es obligado saber transmitir la convicción y en entusiasmo a quienes escuchen”

“La más importante de las cualidades que debe poseer el Inspector de primera enseñanza es la consecuencia moral, la rectitud de conducta personal y profesional. Ha de actuar siempre con tan reflexiva y justa ponderación y tener tan acreditado su buen criterio, que al sentir alguien la necesidad de plantearle un problema pueda suponer de antemano que será estudiado con el mayor celo, y resuelto con arreglo a normas de la más elevada y depurada ética”

Manual del Inspector de Primera Enseñanza
R. Álvarez, J. Comas y J. de la Vega (Revista de Pedagogía, 1934)

Víctor del Reguero es miembro del Grupo de Investigación