Qué foto! Ojalá alguien pudiese documentar los personajes de la zafarronada.
Entre las personas disfrazadas reconozco a Felipe de "cazador" sujetando al "oso" y a Lupe que es la gitana en jarras que lleva un pañuelo en la cabeza.
Para leer mas sobre la zafarronada:
"Costumbre casi perdida es la del carnaval tradicional en los pueblos de nuestra Montaña. Lo que aquí describimos es una escenificación todavía conservada en Villaceid y una revivencia organizada en Riello por la Asociación Cultural Omaña, a partir de datos y rememoraciones de los mayores del lugar.
Las fiestas se iniciaban domingo de la semana anterior al Martes de Carnaval, es decir, diez días antes del comienzo de la Cuaresma. Ya desde la mañana se formaba la comitiva, organizada por los mozos: abanderado, toro, torero, ciego, lazarillo, gitanos, «Zafarrones». En su conjunto era conocida por «la zafarronada».
El toro consistía en un armazón de madera y mimbre, recubierto por una sábana y una colcha bordada, con unos cuernos enclavados en su parte delantera. Un mozo - algunas versiones dicen que dos -, escondido bajo la sábana, portaba al bicho sobre sus espaldas. En el también omañés y aislado pueblo de Curueña, además del disfraz de toro había otros dos: el jatín y la vaca, que en todo seguían al toro.
El torero vestía elegantemente - "como si fuera de boda», dicen algunos -, con traje, sombrero y corbata. Los gitanos utilizaban las ropas más desaliñadas que encontraban en el desván familiar, y formaban caravana con borricos y caballerías.
Los «zafarrones», también conocidos como guirrios en otros pueblos de la montaña, eran mozos vestidos con pantalones blancos y amplias causas, también blancas, que casi les llegaban hasta las rodillas. Otra versión del «zafarrón» se ataviaba con pellizas de cordero sobre la blusa y, cubriendo las piernas, vestían calcetines de punto, escarpines altos y forros de piel de cordero. Cubrían su rostro con diabólicas caretas de cartón y, atados a la cintura y colgando por detrás, portaban cencerros que constantemente sonaban al andar. Sin duda constituían la figura más tradicional y característica del Carnaval, similar a otras de la provincia («guirrios» de Velilla de la Reina y «birrias» de Laguna de Negrillos) y del norte de España: «guirrios» y «zamarrones» asturianos; «irrios» y «cigarrons» gallegos; «zomorros» en el País Vasco... Siempre con un acusado carácter pastoril y, posiblemente, como en el caso vasco, representantes de los espíritus de los muertos - la misma palabra «zomorro» equivale a fantasma -, en una hipotética pervivencia del sagrado rito de «las máscaras» que, en opinión de Julio Caro Baroja, podría remontar sus orígenes a rituales agrarios primitivos, del período neolítico.
En el ya mencionado pueblo de Curueña se establecía diferencia entre «guirrios» y «zafarrones». Los primeros vestían de blanco y llevaban caretas hechas con papeles de colores. Eran los encargados de fustigar al toro con una vara que, a veces, también se escapaba contra las mozas. Los «Zafarrones» mantenían identidad con los de Riello.
A su paso por las, calles, el toro arremetía contra el vecindario, y principalmente contra las mozas, suscitando el griterío y cómicas escenas. Delante de la iglesia, el torero hacia alarde de su arte en una «corrida» no exenta de atropellos y revolcones. El resto de la comitiva bailaba, saltaba y fustigaba al toro, completando un cuadro de algarabía general.
Es de reseñar la similitud existente entre esta celebración y el Carnaval de Velilla de la Reina, con muchos puntos en común (el toro y los «guirrios» también son el eje central de la fiesta), aunque con claros matices diferenciadores. Julio Caro Baroja, en su obra «Los Pueblos de España», señala con extrañeza que estos ritos hayan podido mantenerse a pesar de su clara condena por la iglesia antigua, haciendo alusión a un párrafo que el padre Flórez - año 1787- escribió en su «España Sagrada»: «los cánones penitenciales señalaban tres años de penitencia a los que hiciesen el ciervo, la ternera o el becerro».
Durante los días sucesivos, los mozos se convertían en pedigüeños. El abanderado se encargaría de pasar la bandera por encima de cuantos transitaban por la plaza. Al lado, ciego y lazarillo solicitaban limosna al son de la cancioncilla que la tradición manda:
Aquí venimos los ciegos;
una limosna, por Dios,
esto de no tener vista
es la desgracia mayor.
Los gitanos, echando la buenaventura, pedían «la voluntad». Los «zafarrones», saltando y haciendo sonar los cencerros, recorrían todas las casas solicitando un donativo. También los pueblos vecinos eran visitados por toda la comitiva. Huevos, chorizos, dinero en metálico... cualquier cosa era válida para la gran «Zampada» que el Martes de Carnaval celebrarían los mozos como fin de fiesta.
Pero el Carnaval no concluiría sin que previamente se hubiera celebrado «el tiznado» y «el robo de pucheros». Desde el Domingo Gordo hasta el Martes de Carnaval, mozos y mozas asaltaban a cualquiera que saliese al paso, y muy pocos se libraban de que su cara fuera tiznada con carbón vegetal, como pocos eran también quienes conseguían que su cocina no fuera asaltada y los pucheros escondidos o trastocados con los de cualquier otro vecino.
Era también frecuente que mozas y mozos preparasen alguna obrilla teatral para cerrar los festejos: «Hace falta cocinera», «Morena Clara» y «La locura de don Juan» se recuerdan todavía como las de mayor éxito. El colofón lo pondrían unas coplillas específicamente preparadas y ensayadas para este día:
Es el Carnaval,
es el Carnaval
el que alegra,
divierte y recuerda
los días de juerga
que al llegar nos da;
el que trae a nuestra memoria
recuerdos pasados que no volverán.
A divertimos, queridas amigas,
que tiempo vendrá
en que todas nuestras alegrías
se convertirán
en momentos que llenan de angustia
y también de pesar,
que en la vida por todo se pasa
y se vuelve a pasar."
Fuente: www. de-leon. com
Entre las personas disfrazadas reconozco a Felipe de "cazador" sujetando al "oso" y a Lupe que es la gitana en jarras que lleva un pañuelo en la cabeza.
Para leer mas sobre la zafarronada:
"Costumbre casi perdida es la del carnaval tradicional en los pueblos de nuestra Montaña. Lo que aquí describimos es una escenificación todavía conservada en Villaceid y una revivencia organizada en Riello por la Asociación Cultural Omaña, a partir de datos y rememoraciones de los mayores del lugar.
Las fiestas se iniciaban domingo de la semana anterior al Martes de Carnaval, es decir, diez días antes del comienzo de la Cuaresma. Ya desde la mañana se formaba la comitiva, organizada por los mozos: abanderado, toro, torero, ciego, lazarillo, gitanos, «Zafarrones». En su conjunto era conocida por «la zafarronada».
El toro consistía en un armazón de madera y mimbre, recubierto por una sábana y una colcha bordada, con unos cuernos enclavados en su parte delantera. Un mozo - algunas versiones dicen que dos -, escondido bajo la sábana, portaba al bicho sobre sus espaldas. En el también omañés y aislado pueblo de Curueña, además del disfraz de toro había otros dos: el jatín y la vaca, que en todo seguían al toro.
El torero vestía elegantemente - "como si fuera de boda», dicen algunos -, con traje, sombrero y corbata. Los gitanos utilizaban las ropas más desaliñadas que encontraban en el desván familiar, y formaban caravana con borricos y caballerías.
Los «zafarrones», también conocidos como guirrios en otros pueblos de la montaña, eran mozos vestidos con pantalones blancos y amplias causas, también blancas, que casi les llegaban hasta las rodillas. Otra versión del «zafarrón» se ataviaba con pellizas de cordero sobre la blusa y, cubriendo las piernas, vestían calcetines de punto, escarpines altos y forros de piel de cordero. Cubrían su rostro con diabólicas caretas de cartón y, atados a la cintura y colgando por detrás, portaban cencerros que constantemente sonaban al andar. Sin duda constituían la figura más tradicional y característica del Carnaval, similar a otras de la provincia («guirrios» de Velilla de la Reina y «birrias» de Laguna de Negrillos) y del norte de España: «guirrios» y «zamarrones» asturianos; «irrios» y «cigarrons» gallegos; «zomorros» en el País Vasco... Siempre con un acusado carácter pastoril y, posiblemente, como en el caso vasco, representantes de los espíritus de los muertos - la misma palabra «zomorro» equivale a fantasma -, en una hipotética pervivencia del sagrado rito de «las máscaras» que, en opinión de Julio Caro Baroja, podría remontar sus orígenes a rituales agrarios primitivos, del período neolítico.
En el ya mencionado pueblo de Curueña se establecía diferencia entre «guirrios» y «zafarrones». Los primeros vestían de blanco y llevaban caretas hechas con papeles de colores. Eran los encargados de fustigar al toro con una vara que, a veces, también se escapaba contra las mozas. Los «Zafarrones» mantenían identidad con los de Riello.
A su paso por las, calles, el toro arremetía contra el vecindario, y principalmente contra las mozas, suscitando el griterío y cómicas escenas. Delante de la iglesia, el torero hacia alarde de su arte en una «corrida» no exenta de atropellos y revolcones. El resto de la comitiva bailaba, saltaba y fustigaba al toro, completando un cuadro de algarabía general.
Es de reseñar la similitud existente entre esta celebración y el Carnaval de Velilla de la Reina, con muchos puntos en común (el toro y los «guirrios» también son el eje central de la fiesta), aunque con claros matices diferenciadores. Julio Caro Baroja, en su obra «Los Pueblos de España», señala con extrañeza que estos ritos hayan podido mantenerse a pesar de su clara condena por la iglesia antigua, haciendo alusión a un párrafo que el padre Flórez - año 1787- escribió en su «España Sagrada»: «los cánones penitenciales señalaban tres años de penitencia a los que hiciesen el ciervo, la ternera o el becerro».
Durante los días sucesivos, los mozos se convertían en pedigüeños. El abanderado se encargaría de pasar la bandera por encima de cuantos transitaban por la plaza. Al lado, ciego y lazarillo solicitaban limosna al son de la cancioncilla que la tradición manda:
Aquí venimos los ciegos;
una limosna, por Dios,
esto de no tener vista
es la desgracia mayor.
Los gitanos, echando la buenaventura, pedían «la voluntad». Los «zafarrones», saltando y haciendo sonar los cencerros, recorrían todas las casas solicitando un donativo. También los pueblos vecinos eran visitados por toda la comitiva. Huevos, chorizos, dinero en metálico... cualquier cosa era válida para la gran «Zampada» que el Martes de Carnaval celebrarían los mozos como fin de fiesta.
Pero el Carnaval no concluiría sin que previamente se hubiera celebrado «el tiznado» y «el robo de pucheros». Desde el Domingo Gordo hasta el Martes de Carnaval, mozos y mozas asaltaban a cualquiera que saliese al paso, y muy pocos se libraban de que su cara fuera tiznada con carbón vegetal, como pocos eran también quienes conseguían que su cocina no fuera asaltada y los pucheros escondidos o trastocados con los de cualquier otro vecino.
Era también frecuente que mozas y mozos preparasen alguna obrilla teatral para cerrar los festejos: «Hace falta cocinera», «Morena Clara» y «La locura de don Juan» se recuerdan todavía como las de mayor éxito. El colofón lo pondrían unas coplillas específicamente preparadas y ensayadas para este día:
Es el Carnaval,
es el Carnaval
el que alegra,
divierte y recuerda
los días de juerga
que al llegar nos da;
el que trae a nuestra memoria
recuerdos pasados que no volverán.
A divertimos, queridas amigas,
que tiempo vendrá
en que todas nuestras alegrías
se convertirán
en momentos que llenan de angustia
y también de pesar,
que en la vida por todo se pasa
y se vuelve a pasar."
Fuente: www. de-leon. com
Hola Eudosia mi madre tambien tiene esa foto creo que es la segunda de la fila de abajo empezando por la izquierda su nombre es Maria Arias Vega, supongo que tambien estarán mis tias, en cuanto pueda buscaremos la foto y le preguntare, haber si se acuerda del resto de componentes. Un saludo
No tenía ni idea de estas costumbres tan chulas.
Ya tenemos identificados a tres, a ver si con un poco de ayuda les ponemos nombres a todos los de la foto.
Ana y Eudosia, muchas gracias por el esfuerzo. Ana, enseñale a tu madre otras dos fotos que hay de una cacería de lobos de la gente del pueblo en los años 20 para ver si sacamos a alguno mas.
Ya tenemos identificados a tres, a ver si con un poco de ayuda les ponemos nombres a todos los de la foto.
Ana y Eudosia, muchas gracias por el esfuerzo. Ana, enseñale a tu madre otras dos fotos que hay de una cacería de lobos de la gente del pueblo en los años 20 para ver si sacamos a alguno mas.
Buno Pin lo intentaré, pondré a prueba su memoria, este fin de semana haré un hueco. Saludos para todos.