VAL DE SAN LORENZO: – De las doce palabras retronadas (49), dime la...

– De las doce palabras retronadas (49), dime la
una:
– Sólo es una la que parió en Belén, Virgen y pura.
– De las doce palabras retronadas, dime las dos:
– Las dos tablitas de Moisés,
donde Cristo puso manos y pies,
para subir a la Casa de Jerusalén.
Sólo es una la que parió en Belén, Virgen y pura.
– De las doce palabras retronadas, dime las doce:
– Las doce, los Doce Apóstoles.
Las once, las once mil vírgenes.
Las diez, los diez mandamientos.
Las nueve, los nueve meses de la Virgen.
Las ocho, los ocho coros de ángeles.
Las siete, los siete libros misales.
Las seis, las seis candelitas que lucen en Galelía.
Las cinco, las cinco llagas.
Las cuatro, los cuatro Evangelistas.
Las tres, las tres Marías.
Las dos, las dos tablitas de Moisés,
donde Cristo puso manos y pies,
para subir a la Casa de Jerusalén.
Sólo es una la que parió en Belén, Virgen y pura (50).

Así como los curanderos han abundado en la provincia leonesa, menos frecuentes han sido los adivinadores del futuro. No obstante quiero señalar el caso de “el loco” de Riaño, quien, al parecer, predijo en los años cuarenta del pasado la construcción del pantano, cuyas aguas anegan ya aquellas tierras (51).

Otra creencia extendida en esta región es la de las “ánimas en pena”. Con esta expresión nos referimos a las almas de aquellos difuntos que tienen alguna deuda contraída, pero no cumplida, y andan errantes aguardando el descanso eterno, descanso que no llegará en tanto la deuda no se cumpla.

Se puede decir que el culto a los muertos nace con el hombre. Es ésta una costumbre que viene de antiguo; de hecho se remonta al neolítico. Los pueblos en las diferentes culturas celebran sus propios ritos en recuerdo de los difuntos. En nuestra cultura tradicional conservamos la Fiesta de Todos los Santos y el Día de Todos los Difuntos, al comenzar el mes de noviembre. Es mucho lo que se ha escrito sobre los espíritus de los muertos, las apariciones y los fantasmas. ¿Quién no ha oído hablar, por ejemplo, de la Santa Compaña? Y ésta no es otra cosa que la agrupación de almas en pena.****

En Castilla y [en*] León [y en otras muchas regiones espñolas y americanas...*] existía la creencia de que las almas en pena se manifestaban en la noche de Todos los Santos. Por eso se tocaban las campanas toda la noche con el fin de ahuyentarlas.

Se cuenta que en Burón las ánimas se aparecían durante la noche en el Puente de Torteros, pidiendo a los transeúntes dinero o alhajas a cambio de pasar sin sufrir daño. Algunos testigos aseguraban que tenían apariencia humana y que se exhibían envueltos en sábanas blancas. Una mujer de Ponferrada, la tía Jesusona, contaba una historia de cierta alma en pena, que en vida fue tratante de ganados. El cura explicó a un hermano del difunto que la única forma de ayudarle a descansar en paz era que "un familiar rompiese el hábito del espíritu por detrás, ya que las almas en pena llevan siempre hábitos, pero por delante los llevan bien sujetos y no se les puede hacer nada, mientras que por detrás los llevan más sueltos y se les puede romper fácilmente". Así lo hicieron y lograron que desapareciera el espectro. Poco después falleció el hermano, y decían que había sido por tocar el espíritu, ya que allí se cree que quien tiene contacto con los espíritus muere al poco tiempo. En la zona de El Bierzo abundan las creencias y leyendas de ánimas (52). En Sigüeya se creía que por las noches se le aparecía una procesión de ánimas a los mozos que tenían novia en un barrio diferente al suyo. En Tremor de Arriba se decía que en las noches de invierno aparecía una procesión de ánimas, con velas encendidas en las manos, que venía desde el convento de Cerezal hasta alguna casa del pueblo para amenazar a los familiares de algún vecino muerto recientemente que si no cedían al convento determinada finca, el alma del difunto penaría eternamente en el purgatorio.

Hay romances y cuentos populares que tocan el tema de las ánimas en pena. Uno de los romances es el que ha recogido Pilar García de Diego en Brugos de Fenar:

El día de san Andrés,
por ser día señalado,
salieron cuatro estudiantes
del estudio muy nombrado.
El día de Navidad
en Salamanca han entrado.
En el medio del camino,
una mujer encontraron.
– ¿Dónde van los cristianicos?
¿Dónde van los licenciados?
– A buscar casa de hueco
o mesón desocupado.
– Casa yo vos la daré,
viviréis desengañados,
sólo que dicen que de noche
que ahí andan almas penando.
Encendieron una vela
y ellos todo lo miraron,
ellos allí nada vieron,
y ellos allí se quedaron.
Eso de la media noche
comienzan a abrir puertas,
con cerrojos y candados.
El más atrevido de ellos
de la cama se ha tirado,
con las pajas hace cruces,
entendiendo que es el diablo.
– No soy cosa del otro mundo,
ni tampoco soy el diablo,
soy el amo de la casa
que por ella ando penando,
porque he forzado una niña
de la edad de diez y ocho años
y la tiré pa’ esa noria.
Por Dios vos pido, cristianos,
saquéis los huesos de allí
y los tiréis al sagrado.
Debajo de vuestra cama
hay un tesoro guardado.
Que le digáis dos mil misas
con memoria y cabo de año:
y lo otro que vos quedare
lo repartáis como hermanos.
Quedaros con Dios, adiós;
quedaros con Dios, amados,
yo me voy a descansar
con los bien aventurados (53).

En Val de San Lorenzo las viejas contaban historias de ánimas, como la sucedida al ti Santiago –esta historia la relató Dolores Fernández–, cuando iba montado en la burra con la quilma (el costal) que se le cayó al camino. Bajó de la burra e intentó levantar el saco, pero pesaba mucho y no podía. Invocó a las ánimas para que le ayudaran, ya que al lado se alzaba el muro del cementerio. De la tierra salió un brazo descarnado que tendió su huesuda mano al ti Santiago para ayudarle a levantar la quilma, subiéndola juntos de nuevo a lomos del animal. Muy respetuoso con las ánimas le agradeció el hombre la ayuda y le preguntó qué se le podía ofrecer, si algo le faltaba, contestándole que no andaba muy sobrado de Padrenuestros para la salvación de su alma. A veces en los caminos podían verse calabazas o remolachas huecas con velas encendidas dentro y agujeros en forma de calavera para asustar a los viajeros.