LA CRISIS TEXTIL DEL S. XIX
La crisis textil pañera del primer tercio del siglo XIX se deja sentir entre los tejedores del Val, así como en otros lugares del Viejo Reino de León y de Castilla. Quizá solamente Béjar (Salamanca) supo superar bien esta crisis, poniendo las bases de la mecanización y desarrollo posterior que le llevó a soportar mejor la competencia catalana a lo largo del s. XIX y convertirse en el principal centro textil contemporáneo de la región. Sabadell y Tarrasa, en Cataluña, eran ya a mediados del siglo XIX los más importantes centros productivos del país, que habían implantado con éxito un modelo industrial moderno y competitivo.
La ciudad de Palencia, que era conocida desde antiguo por sus cobertores o mantas, continuaba esta producción en sus telares tradicionales a mediados del siglo XIX, cuando gentes de Val de San Lorenzo van a trabajar a estos talleres palentinos. Esta presencia de los tejedores de Maragatería en tierras palentinas era recordada por Ricardo Becerro de Bengoa en su Libro de Palencia (1874) con estas palabras: " Los obreros de las fábricas son familias de Palencia que viven en las mismas, y muchas otras procedentes de Astorga, de cuya tierra conservan el traje y aire especial de los maragatos. En verano se abren los talleres a las cinco, trabajan hasta las nueve, en cuya hora almuerzan los operarios; a las diez vuelven al trabajo hasta las dos; comen y descansan hasta las tres, y trabajan luego hasta las ocho. En el invierno empiezan el trabajo al amanecer y velan hasta las nueve de la noche."
Cf. Pablo García Colmenares, Evolución y crisis de la industria textil castellana. Palencia 1750-1990. Madrid. Editorial Mediterráneo, 1992.
SIGLO XIX, AÑO 1858: FECHA CLAVE PARA LOS TEJEDORES DEL VAL
En uno de los grupos que dejaron este pueblo camino de Palencia iba José Cordero Geijo, con el pensamiento puesto en "sustituir la industria de paños burdos por otra similar y de más seguro porvenir: la fabricación de cobertores, cuyo secreto se encontraba en aquella ciudad castellana".
Allí entra a trabajar en la fabrica de cobertores de Damián Cuadrado, situada en Corral de Paredes, barrio de La Puebla. A los pocos meses regresa al Val con los conocimientos adquiridos y algunos utensilios necesarios, como los preciados palmares.
El carpintero José Bajo Fijo preparo el primer telar y Francisco Martínez Alonso aporto su actividad, su consejo y, tal vez, -según escribe Ricardo García Escudero- su colaboración económica.
En el año 1858, el día que en el Val se celebraba la Fiesta Sacramental, fueron expuestos los seis primeros cobertores fabricados en este lugar. Y así comienza una nueva era. En la Exposición Regional de Lugo, año 1896, y en la Exposición Internacional de París, año 1900, fueron galardonados los cobertores de Val de San Lorenzo.
Cf. Ricardo García Escudero, Por tierras maragatas.. Astorga, 1954, 2¦ edición.
Siglo XX
En 1920 un grupo de 73 vecinos forman una Comunidad de bienes e instalan la primera fábrica con maquinaria moderna, procedente de Cataluña, destinada a cardados e hilados de lana "La Comunal" que aún sigue funcionando. (Primeramente estuvo en el sitio llamado la Reguerina, donde había un molino harinero. Y en 1953 "La Comunal" se traslada al edificio actual en el centro del pueblo).
Adquieren también ese mismo año este edificio que estamos visitando, el Batán, que ya venía trabajando con dos pisones o batanes de madera, movidos sus mazos por fuerza hidráulica.
En 1928 aparece una nueva fábrica, "Comunidad de Bienes San Andrés", con algunas mejoras técnicas. Y otras fábricas van surgiendo en la década de los años cuarenta: "Fábrica San José" (1944), "Textil Maragata, S. L." (1946). Y en los años cincuenta: "Gamaj" (luego "Industrial Valura, S. A."), "Fábrica Hijos de Mateo de Cabo" (1952), "Lanera Industrial Maragata, S. A." (1952-1953), "Manufacturas del Val" (1953)...
También en los talleres familiares se iban introduciendo telares mecánicos y otros adelantos. El Val iba modernizando su maquinaria para la fabricación de mantas y de prendas de punto.
En la actualidad Val de San Lorenzo sigue siendo un centro textil con tradición artesana. Actualmente existen alrededor de veinte núcleos familiares dedicados a tejer mantas, además de las cuatro fabricas ya mas industrializadas y con mayor capacidad de producción. Algunos vecinos se dedican exclusivamente a los hilados, al lavado y al perchado de la lana. Otros, se han especializado en las prendas de punto: jerseys, guantes, gorros, calcetines.
En un viejo y antiguo telar familiar se tejen todavía las mantas al estilo tradicional. Otros dos o tres telares antiguos quedan en el pueblo y, en ocasiones, se usan.
Pero ya todos, a excepción de ese telar de madera, manejan los telares mecánicos de lanzadera, que denominan "de perchadas". Fueron adquiridos muchos de ellos hacia 1950 en centros textiles de Bejar o Cataluña: eran maquinas desechadas por aquellas industrias que se iban modernizando. Junto a estos, hay algunos telares "jacquard", programados para alfombras.
El sello de Val de San Lorenzo se mantiene en esa manta rustica tradicional de lana blanca y en aquella otra oscura, con rayas verdes, encarnadas y amarillas, denominada "berrenda". Las mantas de lana blanca suelen llevar en los extremos, como antes, unas franjas de color (azul, rojo y verde), y a veces van bordadas.
Hasta hace pocos años, alguna tejedora seguía haciendo aquellos mantones negros con flecos que tanto usaron las mujeres del campo en los días invernales. Otros artesanos buscan innovaciones, con esos escudos de ciudades o de apellidos, tejidos a telar y bordados a mano. La mayoría se dedican a las mantas y a las alfombras, de diversos tipos y tamaños. Algunos no han olvidado los paños y siguen haciendolos por encargo. Y hay quienes intentan resucitar las viejas colchas de felpa y de ojo de perdiz, que serian hoy unas magnificas y decorativas alfombras.
La artesanía de Val de San Lorenzo no debe morir
La crisis textil pañera del primer tercio del siglo XIX se deja sentir entre los tejedores del Val, así como en otros lugares del Viejo Reino de León y de Castilla. Quizá solamente Béjar (Salamanca) supo superar bien esta crisis, poniendo las bases de la mecanización y desarrollo posterior que le llevó a soportar mejor la competencia catalana a lo largo del s. XIX y convertirse en el principal centro textil contemporáneo de la región. Sabadell y Tarrasa, en Cataluña, eran ya a mediados del siglo XIX los más importantes centros productivos del país, que habían implantado con éxito un modelo industrial moderno y competitivo.
La ciudad de Palencia, que era conocida desde antiguo por sus cobertores o mantas, continuaba esta producción en sus telares tradicionales a mediados del siglo XIX, cuando gentes de Val de San Lorenzo van a trabajar a estos talleres palentinos. Esta presencia de los tejedores de Maragatería en tierras palentinas era recordada por Ricardo Becerro de Bengoa en su Libro de Palencia (1874) con estas palabras: " Los obreros de las fábricas son familias de Palencia que viven en las mismas, y muchas otras procedentes de Astorga, de cuya tierra conservan el traje y aire especial de los maragatos. En verano se abren los talleres a las cinco, trabajan hasta las nueve, en cuya hora almuerzan los operarios; a las diez vuelven al trabajo hasta las dos; comen y descansan hasta las tres, y trabajan luego hasta las ocho. En el invierno empiezan el trabajo al amanecer y velan hasta las nueve de la noche."
Cf. Pablo García Colmenares, Evolución y crisis de la industria textil castellana. Palencia 1750-1990. Madrid. Editorial Mediterráneo, 1992.
SIGLO XIX, AÑO 1858: FECHA CLAVE PARA LOS TEJEDORES DEL VAL
En uno de los grupos que dejaron este pueblo camino de Palencia iba José Cordero Geijo, con el pensamiento puesto en "sustituir la industria de paños burdos por otra similar y de más seguro porvenir: la fabricación de cobertores, cuyo secreto se encontraba en aquella ciudad castellana".
Allí entra a trabajar en la fabrica de cobertores de Damián Cuadrado, situada en Corral de Paredes, barrio de La Puebla. A los pocos meses regresa al Val con los conocimientos adquiridos y algunos utensilios necesarios, como los preciados palmares.
El carpintero José Bajo Fijo preparo el primer telar y Francisco Martínez Alonso aporto su actividad, su consejo y, tal vez, -según escribe Ricardo García Escudero- su colaboración económica.
En el año 1858, el día que en el Val se celebraba la Fiesta Sacramental, fueron expuestos los seis primeros cobertores fabricados en este lugar. Y así comienza una nueva era. En la Exposición Regional de Lugo, año 1896, y en la Exposición Internacional de París, año 1900, fueron galardonados los cobertores de Val de San Lorenzo.
Cf. Ricardo García Escudero, Por tierras maragatas.. Astorga, 1954, 2¦ edición.
Siglo XX
En 1920 un grupo de 73 vecinos forman una Comunidad de bienes e instalan la primera fábrica con maquinaria moderna, procedente de Cataluña, destinada a cardados e hilados de lana "La Comunal" que aún sigue funcionando. (Primeramente estuvo en el sitio llamado la Reguerina, donde había un molino harinero. Y en 1953 "La Comunal" se traslada al edificio actual en el centro del pueblo).
Adquieren también ese mismo año este edificio que estamos visitando, el Batán, que ya venía trabajando con dos pisones o batanes de madera, movidos sus mazos por fuerza hidráulica.
En 1928 aparece una nueva fábrica, "Comunidad de Bienes San Andrés", con algunas mejoras técnicas. Y otras fábricas van surgiendo en la década de los años cuarenta: "Fábrica San José" (1944), "Textil Maragata, S. L." (1946). Y en los años cincuenta: "Gamaj" (luego "Industrial Valura, S. A."), "Fábrica Hijos de Mateo de Cabo" (1952), "Lanera Industrial Maragata, S. A." (1952-1953), "Manufacturas del Val" (1953)...
También en los talleres familiares se iban introduciendo telares mecánicos y otros adelantos. El Val iba modernizando su maquinaria para la fabricación de mantas y de prendas de punto.
En la actualidad Val de San Lorenzo sigue siendo un centro textil con tradición artesana. Actualmente existen alrededor de veinte núcleos familiares dedicados a tejer mantas, además de las cuatro fabricas ya mas industrializadas y con mayor capacidad de producción. Algunos vecinos se dedican exclusivamente a los hilados, al lavado y al perchado de la lana. Otros, se han especializado en las prendas de punto: jerseys, guantes, gorros, calcetines.
En un viejo y antiguo telar familiar se tejen todavía las mantas al estilo tradicional. Otros dos o tres telares antiguos quedan en el pueblo y, en ocasiones, se usan.
Pero ya todos, a excepción de ese telar de madera, manejan los telares mecánicos de lanzadera, que denominan "de perchadas". Fueron adquiridos muchos de ellos hacia 1950 en centros textiles de Bejar o Cataluña: eran maquinas desechadas por aquellas industrias que se iban modernizando. Junto a estos, hay algunos telares "jacquard", programados para alfombras.
El sello de Val de San Lorenzo se mantiene en esa manta rustica tradicional de lana blanca y en aquella otra oscura, con rayas verdes, encarnadas y amarillas, denominada "berrenda". Las mantas de lana blanca suelen llevar en los extremos, como antes, unas franjas de color (azul, rojo y verde), y a veces van bordadas.
Hasta hace pocos años, alguna tejedora seguía haciendo aquellos mantones negros con flecos que tanto usaron las mujeres del campo en los días invernales. Otros artesanos buscan innovaciones, con esos escudos de ciudades o de apellidos, tejidos a telar y bordados a mano. La mayoría se dedican a las mantas y a las alfombras, de diversos tipos y tamaños. Algunos no han olvidado los paños y siguen haciendolos por encargo. Y hay quienes intentan resucitar las viejas colchas de felpa y de ojo de perdiz, que serian hoy unas magnificas y decorativas alfombras.
La artesanía de Val de San Lorenzo no debe morir