Llama la atención, en primer lugar, por su templo parroquial. Una
iglesia enorme, de grandes dimensiones, de
piedra en todos sus extremos, bien conservada e incluso restaurada en los últimos años, en el interior y en las cubiertas el
invierno pasado.
A la entrada del
pueblo, separada del
cementerio por la
carretera, en un colina, domina todo el
valle del Turienzo, en este remando de
Val de San Román.
Un Cabildo (atrio) de entrada amplio, acogedor y con gancho recibe al viajero que puede encontrar la iglesia abierta, metros más abajo y ya en el pueblo.
El conjunto es armonioso, lleno de sugerencias, y el detalle puede obviarse.
El altozano realza las medidas de esta iglesia. Una visita a su interior, con
retablo y rehabilitaciones en las naves, merece una visita o un descanso.