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JOSÉ RAMÓN MUÑIZ ÁLVAREZ
"LOS PLACERES DEL AMOR” o "LOS GALANES DE LA POESÍA"
(PEQUEÑA ASTRACANADA MEDIEVAL, O SI SE QUIERE,
PASO CÓMICO-LÍRICO EN UN
ACTO ÚNICO)
(Compuesto en verso)
CUADRO ÚNICO:
Interior del Castillo de D. Marcelino, ese señor de viejas barbas que está al lado de Marcos, su humilde criado. Los atuendos de ambos señalarán levemente la diferencia de la condición social de ambos. Están en el despacho de D. Marcelino, las ventanas abiertas, y desde el interior del gabinete se ven paisajes más allá de las ventanas, con montes coronados por otros castillos.
ESCENA ÚNICA:
MARCELINO-. Para el que sabe de amor
y se mete en amoríos
puedo contar desvaríos:
de cuanto sé, lo mejor.
Y, si me haces el favor,
si me quieres escuchar,
yo bien te podré avisar
de mujeres litigantes
y de estúpidos amantes
que tienen que escarmentar.
Presta atención, como digo,
si el saber es un derecho,
que sacarás buen provecho
de quien te pone a su abrigo;
que no es mirarse al ombligo
dar instrucción y saber
a quien debe conocer
todo lo que amor enciende,
cuando en el pecho se prende
el amor de una mujer.
Y son esto cosas graves
en las que te he de enseñar,
que siempre es bien no llorar
como sé que tú bien sabes.
Las mujeres son muy suaves
y sutiles sus maneras,
y, para hablar a las veras,
su trato pide cuidado,
pues es su pecho malvado
y sus mentes traicioneras:
cómo saben engañarnos,
manipularnos, metirnos…
Siempre quieren conducirnos,
siempre buscan gobernarnos.
Es necesario ayudarnos
siempre con estas cuestiones,
porque quiebran corazones,
no conocen la piedad,
dándose a la mezquindad
de desprecio y sinrazones.
¿Quién de una mujer se fía,
si ni ellas mismas se entienden?
Tanta apariencia que venden
es necedad y porfía.
¿Sabes que una prima mía
trajo a un príncipe, su amante,
a locura delirante
con decir que no lo amaba?
MARCOS-. Si la verdad le contaba…
MARCELINO-. No seas extravagante.
Haz caso de tu señor,
que por tener nombradía,
muestra más sabiduría
incluso que el buen prior.
¡Qué sabe un cura de amor,
como no sea del divino!
MARCOS-. Sabed vos, don Marcelino,
que temo ser descortés,
pero no tengo interés
en seguir este camino.
No hay cosa más elevada
y bella que las mujeres,
pues ofrecen los placeres
y nos cuidan la morada;
ese lugar donde, airada,
a veces la veis reñir,
que también el discutir
ha de tener su momento.
MARCELINO-. Clamar quiero al firmamento,
Pos lo que me haces sentir.
MARCOS-. Vos amáis a vuestra esposa
con vuestro pecho valiente,
como bien cuenta la gente.
MARCELINO-. ¡Qué bobada tan graciosa!
Si un infeliz se desposa,
¿no hará bien hacer la gracia,
evitando la falacia
de mentir a los demás,
en contar lo que sabrás
de mi dolor y desgracia?
Cuando a mi mujer amé,
que fue ya en tiempo lejano,
me sentí limpio y ufano,
pero luego me casé.
Me casé, mas me cansé,
que una bruja al hombre amansa
cuando se casa y se cansa,
y sigo, en fin, yo cansado
del mal de verme casado
con alguien que no descansa.
¿Quién quiere casarse hoy día,
sabiendo que son los años
malos amigos, tacaños,
con quien va a la vicaría?
Yo me casé, y fue porfía
que de pagar en salud.
Haz caso de la virtud
y prudente escucha al viejo,
haciéndote buen reflejo
de su justicia y virtud.
Casarse es una locura.
Tú no te puedes casar
sin haber visto pasar
la edad que volando apura,
pues es terrible la cura
de quien se rinde a pasiones,
dibujando corazones
en los árboles callados.
Yo digo que están tarados
y que son unos pendones.
Y para que, firme venza
sobre tu tan loco intento,
ilustraré el argumento
a costa de mi vergüenza:
el caso es que fui a Sigüenza,
noble ciudad, no lo dudo,
y como el Amor me pudo,
me jugó una dura treta:
y es que vine a ser poeta,
sujeto a su extraño nudo.
2009 © José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS PLACERES DEL AMOR” Cuadro único
Todos los derechos reservados por el autor
JOSÉ RAMÓN MUÑIZ ÁLVAREZ
"LOS PLACERES DEL AMOR” o "LOS GALANES DE LA POESÍA"
(PEQUEÑA ASTRACANADA MEDIEVAL, O SI SE QUIERE,
PASO CÓMICO-LÍRICO EN UN
ACTO ÚNICO)
(Compuesto en verso)
CUADRO ÚNICO:
Interior del Castillo de D. Marcelino, ese señor de viejas barbas que está al lado de Marcos, su humilde criado. Los atuendos de ambos señalarán levemente la diferencia de la condición social de ambos. Están en el despacho de D. Marcelino, las ventanas abiertas, y desde el interior del gabinete se ven paisajes más allá de las ventanas, con montes coronados por otros castillos.
ESCENA ÚNICA:
MARCELINO-. Para el que sabe de amor
y se mete en amoríos
puedo contar desvaríos:
de cuanto sé, lo mejor.
Y, si me haces el favor,
si me quieres escuchar,
yo bien te podré avisar
de mujeres litigantes
y de estúpidos amantes
que tienen que escarmentar.
Presta atención, como digo,
si el saber es un derecho,
que sacarás buen provecho
de quien te pone a su abrigo;
que no es mirarse al ombligo
dar instrucción y saber
a quien debe conocer
todo lo que amor enciende,
cuando en el pecho se prende
el amor de una mujer.
Y son esto cosas graves
en las que te he de enseñar,
que siempre es bien no llorar
como sé que tú bien sabes.
Las mujeres son muy suaves
y sutiles sus maneras,
y, para hablar a las veras,
su trato pide cuidado,
pues es su pecho malvado
y sus mentes traicioneras:
cómo saben engañarnos,
manipularnos, metirnos…
Siempre quieren conducirnos,
siempre buscan gobernarnos.
Es necesario ayudarnos
siempre con estas cuestiones,
porque quiebran corazones,
no conocen la piedad,
dándose a la mezquindad
de desprecio y sinrazones.
¿Quién de una mujer se fía,
si ni ellas mismas se entienden?
Tanta apariencia que venden
es necedad y porfía.
¿Sabes que una prima mía
trajo a un príncipe, su amante,
a locura delirante
con decir que no lo amaba?
MARCOS-. Si la verdad le contaba…
MARCELINO-. No seas extravagante.
Haz caso de tu señor,
que por tener nombradía,
muestra más sabiduría
incluso que el buen prior.
¡Qué sabe un cura de amor,
como no sea del divino!
MARCOS-. Sabed vos, don Marcelino,
que temo ser descortés,
pero no tengo interés
en seguir este camino.
No hay cosa más elevada
y bella que las mujeres,
pues ofrecen los placeres
y nos cuidan la morada;
ese lugar donde, airada,
a veces la veis reñir,
que también el discutir
ha de tener su momento.
MARCELINO-. Clamar quiero al firmamento,
Pos lo que me haces sentir.
MARCOS-. Vos amáis a vuestra esposa
con vuestro pecho valiente,
como bien cuenta la gente.
MARCELINO-. ¡Qué bobada tan graciosa!
Si un infeliz se desposa,
¿no hará bien hacer la gracia,
evitando la falacia
de mentir a los demás,
en contar lo que sabrás
de mi dolor y desgracia?
Cuando a mi mujer amé,
que fue ya en tiempo lejano,
me sentí limpio y ufano,
pero luego me casé.
Me casé, mas me cansé,
que una bruja al hombre amansa
cuando se casa y se cansa,
y sigo, en fin, yo cansado
del mal de verme casado
con alguien que no descansa.
¿Quién quiere casarse hoy día,
sabiendo que son los años
malos amigos, tacaños,
con quien va a la vicaría?
Yo me casé, y fue porfía
que de pagar en salud.
Haz caso de la virtud
y prudente escucha al viejo,
haciéndote buen reflejo
de su justicia y virtud.
Casarse es una locura.
Tú no te puedes casar
sin haber visto pasar
la edad que volando apura,
pues es terrible la cura
de quien se rinde a pasiones,
dibujando corazones
en los árboles callados.
Yo digo que están tarados
y que son unos pendones.
Y para que, firme venza
sobre tu tan loco intento,
ilustraré el argumento
a costa de mi vergüenza:
el caso es que fui a Sigüenza,
noble ciudad, no lo dudo,
y como el Amor me pudo,
me jugó una dura treta:
y es que vine a ser poeta,
sujeto a su extraño nudo.
2009 © José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS PLACERES DEL AMOR” Cuadro único
Todos los derechos reservados por el autor