Y avanzando, avanzando por la orilla, - siempre del
río que correr miramos, - casi sin darnos cuenta nos hallamos - frente al salto y el
pozo: la Cancilla.
¡Cómo el
agua al caer refracta y brilla! - ¡Cuánta y cuánta belleza contemplamos - en este salto y pozo que admiramos - como una trucha, a veces, lo acuchilla.
Intento inútil de escalar el salto, - que siendo escollo sempiterno y alto, - va a esconder su dolor bajos las calas.
Y es la Cancilla un
pórtico vetusto, - que facilita el paso hacia ese augusto - Gistredo eterno de eternales galas. CÁNDIDO GARCÍA