Tal lo que me inspiraron esas vistas, - que tú, mi primo lastimado, enviaste, - tiene toda alegría su contraste, - tú lo sabes también. Las velas listas,
de ese velero-muerte, tú miraste. - Y aunque en llanto de fuego te contristas, - viste llevar los tuyos. Ya no insistas - en lograr lo perdido, mas lograste
cargar tu corazón con la honda pena, - que nos deja su ausencia..., y la cadena - de un ya eterno dolor,
gigante y fuerte.
Pero Dios, infinito y bondadoso, - nos da el consuelo, por demás hermoso, - de abrazarlos después de nuestra muerte.