De la Patria que un día yo he dejado, - son dos aldeas lo que más añoro: - una, la que escuchó mi primer lloro, - otra, la que mis pies nunca han pisado.
La
sierra, el
valle, la vertiente, el prado, - todo en un himno las bendice en
coro; - y es su recuerdo para mí un tesoro, - que dentro el corazón llevo guardado.
Manto de armiño, dales el
invierno; - el
verano, su alfombra de
colores, - que prados y campiñas engalana.
Pero un halo sutil, cálido y tierno, - tienen de mí nostalgia y mis amores: - ¡Sepulcros de mi padre y de mi hermana! CÁNDIDO GARCÍA