Con las cestas de mimbre sobre el brazo, - ágil la planta para andar ligera, - salen después de misa a la carrera, - un grupo alegre de muchachas. Raso
el
cielo está. Con decidido paso, - suben la casi vertical ladera, - y arrancan de la verde arandanera, - el negro
fruto, pequeñín y escaso.
Finalizada así la ardua tarea, - proyectan el regreso hacia el poblado, - pero, ¿por dónde regresar?, si otea
allá un grupo de mozos, endiablado, - que habrá de arrebatarles en pelea, - lo que tanto sudor les ha costado. CÁNDIDO GARCÍA