VILLABANDIN: El día comienza temprano para los moradores de la casa...

El día comienza temprano para los moradores de la casa en que se va a celebrar la matanza.
El hombre enciende una hoguera en el corral, donde pone, llena de agua la gran caldera de cobre. Revisa los cuchillos con la última pasada por la muela de afilar. Prepara todos los aperos y utensilios necesarios.
La mujer desde bien temprano, se aplica con la comida que debe ser copiosa y especial para la ocasión y que debe estar casi lista antes de comenzar con la faena propia de ese día.
Cuando llegan los vecinos que ayudarán en el evento, se les recibe con un chupito de aguardiente (a pesar de la hora) para calentar el cuerpo y el ánimo acompañado de algún dulce. Todos se encuentran con la excitación y nerviosismo propios ante el acontecimiento que les espera.
Sacan a empellones el cerdo de la pocilga. Como si adivinara su destino, éste se resiste con todas sus fuerzas mientras lanza atronadores gruñidos, atemorizando a los niños y delatando en qué casa están de matanza. Lo colocan en una tarima preparada a tal fin y el matarife con su daga afilada le da la puñalada certera, haciendo brtar la sangre como un torrente contra la vasija que la recibe. Quien la sujeta remueve el líquido con entusiasmo para que no se coagule, malogrando el principal ingrediente de las morcillas.
Pronto el animal, irá apaciguando los movimientos y bajando el volumen de los gruñidos, mientras entra en el sopor de la muerte. Los matarifes le conceden el tiempo necesario fumándose otro cigarro alrededor de la hoguera que ya tiene el agua a punto. El paso siguiente es colocar el cerdo en una masera paralela a la tarima; se le baña con el agua hirviente y se procede al rasurado de las cerdas hasta que su aspecto es de limpieza impoluta. Ese amasijo de carne que unos momentos antes mostraba una fuerza descomunal, es ahora un cuerpo inerte y manejable.
Después se cuelga de la mandíbula inferior (rabadilla) en un gancho de una viga del techo y se procede al vaciado de la panza. El más experto, con certeros cortes, abre el vientre y aparecen las vísceras humeantes en contraste con el frio exterior y con ese olor tan característico que se meterá para siempre en la glándula pituitaria de quien las recibe en un barreño.
Ahora, las más activas son las mujeres se dispones a desurdir las tripas limpiándoles toda la excrecencia adiposa que las une y que será otro de los ingredientes de las morcillas. Después, desafiando las gélidas aguas del río y el frío propio de la época, se van a lavarlas, limpiándoles toda la materia orgánica que albergan, aclarándolas una y otra vez, dándoles la vuelta como a un calcetín. Esta limpieza será minuciosa, pues después se convertirán en el continente de chorizos y morcillas.
El animal muerto se deja colgado oreándose veinticuatro horas.
Todos se disponen para la comida abundante y reposada. Los hombres harán larga la sobremesa, las mujeres más activas pronto empezarán a pulular como hormigas. Fregar los platos, pelar y picar ajos y cebollas, picar la grasa y sin que apenas nadie se de cuenta, estarám elaborando las morcillas.
Después llegará el despiece, la distribución de la carne, hacer los chorizos, hacer los lloscos, adobar los lomos, salar los jamones, pero éso, será otro día.