VILLABANDIN: Uno de los acontecimientos mas llamativos que recuerdo...

Uno de los acontecimientos mas llamativos que recuerdo del pueblo era el paso de los rebaños de ovejas en la trashumancia hacia las montañas de Babia y Omaña. Todas las primaveras había un enorme trasiego de animales por el pueblo, algunos se quedaban en la zona y otros cruzaban el collado hacia Babia.
En cuanto oíamos el cencerreo inconfundible, todos los niños nos apiñábamos en la orilla del camino para verlas pasar. Qué espectáculo. Miles de animales caminando acompasados y en perfecto orden como un ejercito bien entrenado. A la cabeza los mansos con enormes cencerros, pese a que debían pesar lo suyo, caminaban con la cabeza erguida como si fuesen conscientes de cual era su deber, Después los animales jóvenes y fuertes y al final las ovejas paridas con sus retoños.
Los perros también sabían bien cual era su papel, los mastines proteger el rebaño y los de carea, cuidar de que ningún animal se desperdigara. También llevaban alguna caballería cargada con los bártulos necesarios para la larga temporada. Los pastores, al cruzar los pueblos, también echaban el cansancio a la espalda y caminaban haciéndose los interesantes sabiéndose observados.
En Villabandín siempre hubo rebaño. Era muy de agradecer, dejaban unos ingresos que venían muy bien para otros menesteres vecinales y alegraban los montes confiriéndoles habitabilidad.
Terminaban teniendo muy buena relación con los vecinos, siempre mostraban buena actitud y disponibilidad para cualquier cosa con todos. Era muy agradable andar a nuestros menesteres y saber que ellos estaban allí. Llevaban con resignación tener las familias lejos, salvo raras excepciones no las veían en todo el verano.
A principios del otoño con los primeros fríos retornaban a su tierra, desandando el largo camino, dejando el collado vacío y desolado.
Cuentan las buenas lenguas que después de los primeros días de alegría al reencontrarse con los suyos, empezaban a sentirse tristes y abatidos, desconcertando a los suyos, que no entendían su actitud, hasta que alguien conocedor de ese sentimiento los tranquilizaba. Dadles tiempo, “están en Babia”